Pandemia y actitudes hacia el sistema político. ¿Han cambiado las preferencias por la democracia y el autoritarismo?

Pandemic and attitudes towards the political system. Have preferences for democracy and authoritarianism changed?

Autores

Voces, Carmen
https://orcid.org/0000-0002-6177-9519
Universidad de Santiago de Compostela, España

Caínzos, Miguel
https://orcid.org/0000-0002-4491-6817
Universidad de Santiago de Compostela, España

Datos del artículo

Año | Year: 2022

Volumen | Volume: 10

Número | Issue: 2

DOI: http://dx.doi.org/10.17502/mrcs.v10i2.549

Recibido | Received: 16-2-2022

Aceptado | Accepted: 6-4-2022

Primera página | First page: 177

Última página | Last page: 192

Resumen

En este artículo nos preguntamos si durante la pandemia COVID-19 se ha producido en España un deterioro del apoyo a la democracia e incluso un aumento del atractivo de formas de gobierno autoritarias. Además, tratamos de identificar las categorías sociales y segmentos ideológicos en los que esos cambios de las actitudes han sido más acusados. Analizamos dos barómetros del CIS, de diciembre de 2019 y febrero de 2021. Estimando modelos de regresión logística multinomial, encontramos una disminución significativa de la legitimidad de la democracia, que va acompañada, sobre todo, de un aumento de la indiferencia acerca del tipo de gobierno que es preferible. Su magnitud varía bastante entre distintos segmentos sociales y políticos, alcanzando su máxima intensidad en las personas más jóvenes. Aunque el cambio agregado es modesto, las diferencias por edad y la acumulación del impacto de situaciones de crisis en un período de tiempo corto abren la posibilidad de una erosión duradera del apoyo democrático.

Palabras clave: actitudes políticas, apoyo político, COVID-19, legitimidad de la democracia,

Abstract

In this article we examine whether support for democracy has diminished and the appealing of authoritarian forms of government has increased during the COVID-19 pandemic in Spain. In addition, we try to identify the social categories and ideological segments in which these changes in attitudes have been more prominent. We analyze data from two CIS barometers, from December 2019 and February 2021. Estimating multinomial logit models, we find a significant decrease in the legitimacy of democracy and an increase in indifference about the best form of government. The magnitude of these changes varies considerably between different social and political segments, reaching its maximum intensity in the youngest people. Although the aggregate change is modest, age differences and the accumulation of the impact of crisis situations in a short period of time open up the possibility of a long-term erosion of democratic support.

Key words: political attitudes, political support, COVID-19, legitimacy of democracy,

Cómo citar este artículo

Voces, C. y Caínzos, M. (2022). Pandemia y actitudes hacia el sistema político. ¿Han cambiado las preferencias por la democracia y el autoritarismo?. methaodos.revista de ciencias sociales, 10(2): 177-192. http://dx.doi.org/10.17502/mrcs.v10i2.549

Contenido del artículo

1. Planteamiento del problema

A finales de 2019 se tuvo noticia de la aparición en la ciudad china de Wuhan de casos de infección por un nuevo tipo de coronavirus, que pronto se difundió por todo el mundo, convirtiéndose en la pandemia global denominada COVID-19. La pandemia desencadenó una grave crisis sanitaria, económica y social, que ha puesto a prueba la capacidad de los gobiernos para darle una respuesta inmediata, eficaz y, en el caso de las democracias liberales, respetuosa con los principios básicos que las definen. En España, como en otros países en los que ya existía un alto nivel de polarización política, la gestión de la pandemia ha dado lugar a gran controversia y ha generado reacciones de descontento en algunos sectores sociales. El objetivo de este artículo es comprobar si la experiencia de la pandemia y de la crisis que ha traído consigo ha modificado las actitudes de los ciudadanos españoles sobre el sistema político, deteriorando el apoyo a la democracia e incluso aumentando el atractivo de formas de gobierno autoritarias. Además, trataremos de identificar las categorías sociales y segmentos ideológicos en los que la legitimidad de la democracia experimenta cambios más relevantes. Este objetivo tiene gran relevancia, no solo científica (en cuanto aportación a la literatura sobre el cambio de las actitudes políticas y sociales a raíz de la COVID-19 y, de modo más general, acerca del impacto que tienen sobre el “apoyo político” shocks exógenos de diverso tipo), sino también social y política, dado que, a diferencia de lo que ocurre con las fluctuaciones en la aprobación al gobierno o la confianza en instituciones públicas concretas, una hipotética reducción del apoyo a la democracia a raíz de la pandemia podría tener consecuencias graves para la estabilidad y funcionamiento del sistema político.

El artículo se organiza en cuatro apartados. En el primero, situaremos nuestra pregunta en el marco de la literatura sobre actitudes hacia el sistema político y recapitularemos los principales resultados de la investigación previa sobre la relación entre pandemia y política. El segundo apartado se dedicará a presentar los datos y procedimientos utilizados, el tercero a la exposición de resultados y el cuarto y último a la discusión y conclusiones.

2. Marco teórico

Las actitudes hacia el sistema político se suelen englobar bajo la noción de apoyo político, acuñada por Easton (1975)Ref18, que distinguió el apoyo difuso del específico y, además, identificó tres “niveles” u “objetos” del apoyo político (comunidad política, régimen y autoridades). Las ambigüedades que rodean estas distinciones y su operacionalización han dado lugar a interpretaciones alternativas, entre las cuales destacan dos referidas específicamente a los regímenes democráticos. Una de ellas, unidimensional, funde las dos distinciones de Easton, identificando cinco objetos de evaluación situados en un continuo desde máxima difusividad a máxima especificidad: comunidad política, principios del régimen o normas democráticas, desempeño del régimen, instituciones y autoridades (Norris, 1999)Ref32. La otra, multidimensional, deslinda tres clúster de actitudes: apoyo democrático (creencia en la legitimidad de la democracia y valoración de esta como el sistema de gobierno preferible), desafección política (un síndrome de extrañamiento de los ciudadanos con respecto a la esfera política que incluye desinterés, ineficacia personal, cinismo, desconfianza y percepción de que las élites políticas no se preocupan por los ciudadanos) y descontento político (insatisfacción con el modo en que funciona de hecho el proceso de gobierno) (Montero et al.,1997)Ref31. Ambos planteamientos comparten la idea de que, desde el punto de vista de sus consecuencias para la estabilidad y perdurabilidad de la democracia, el aspecto fundamental del apoyo político es la atribución de legitimidad al régimen. Sin embargo, una importante diferencia entre ambos es que la concepción multidimensional asume implícitamente una definición mínima de legitimidad como “la creencia de que para un país concreto y en un momento histórico dado ningún otro tipo de régimen podría asegurar un mayor éxito de los objetivos colectivos” (Linz, 1987, p. 41-42)Ref27 y deja abierta, como algo que se debe determinar empíricamente en cada caso, la cuestión de si el apoyo a la democracia es condicional o incondicional, instrumental, evaluativo o afectivo (Torcal y Moncagatta, 2011)Ref41. Nuestra atención se centrará en el apoyo a la democracia considerado en el marco de esta concepción multidimensional del apoyo político.

En la literatura ha dominado la clásica tesis eastoniana de que, al menos en el caso de las democracias consolidadas, la legitimidad del régimen apenas se ve afectada por su rendimiento a corto plazo o por acontecimientos o shocks externos que provoquen un súbito empeoramiento de la situación social. Estos factores darían lugar al surgimiento de descontento, pero no erosionarían el apoyo a la democracia como tal. La evidencia empírica acumulada parece, en general, respaldar este punto de vista. Una vez arraigadas, las democracias gozan de niveles elevados y estables de legitimidad, impermeables a las fluctuaciones a corto plazo de la satisfacción de los ciudadanos con su funcionamiento y de la confianza institucional (Van Ham et al., 2017)Ref42. En democracias menos afianzadas, el apoyo al régimen es más volátil y algunos trabajos han revelado que crisis y catástrofes de diversa naturaleza provocan un súbito descenso del apoyo a las instituciones y valores democráticos (Carlin et al., 2014)Ref14. Sin embargo, estudios que han tenido en cuenta un lapso temporal amplio han concluido que ese efecto es transitorio y la adhesión a la democracia vuelve a sus niveles anteriores en un plazo relativamente corto (Katz y Levin, 2015Ref24, 2018Ref25).

La investigación sobre el caso español apunta en el mismo sentido. Una vez consolidada, la democracia ha gozado en nuestro país de un alto grado de legitimidad, coexistente con fuertes actitudes de desafección y brotes ocasionales de descontento (Montero et al. 1997)Ref31. Hay indicios de que esa elevada legitimidad disminuyó algo en momentos de crisis económica, pero se recuperó con posterioridad, al mejorar la situación económica (Pérez-Nievas, 2013Ref35; Tárraga, 2017Ref40).

Sin embargo, incluso los proponentes de la concepción clásica reconocen que la acumulación de situaciones de crisis o la prolongación en el tiempo de deficiencias en el desempeño del sistema político pueden acabar afectando a su legitimidad (Easton, 1975)Ref18. La COVID-19 podría ser un escenario con estas características, al menos en países que, como España, sufrieron con especial intensidad la Gran Recesión, han vuelto a ser muy afectados por la crisis actual y, al decir de muchos analistas, arrastran desde hace tiempo déficits de gobernabilidad y calidad institucional (Alcalá y Jiménez, 2018)Ref3. A ello podría contribuir también el alto grado de polarización política existente en España, que las estrategias seguidas durante la pandemia por las diferentes fuerzas políticas han tendido a intensificar.

La pandemia podría dar lugar a un deterioro de la legitimidad de la democracia a través de, al menos, tres mecanismos diferentes: evaluación racional del rendimiento del sistema político, reacción adaptativa frente al miedo y la incertidumbre, y desarrollo de actitudes cínicas hacia la democracia al vulnerarse los principios democráticos.

En primer lugar, el apoyo a la democracia podría disminuir debido a que los ciudadanos valoran críticamente la capacidad de los regímenes democráticos en general -o de la democracia española en particular- para responder eficazmente a los desafíos planteados por la COVID-19. Una abundante literatura ha mostrado que, a menudo, los electores penalizan a los gobernantes por acontecimientos o shocks cuya ocurrencia no depende de ellos (crisis económicas internacionales, desastres naturales, condiciones meteorológicas) (Achen y Bartels, 2016)Ref2. Algunos autores consideran que esta penalización es fruto de una reacción irracional (“retrospección ciega”), pues implica atribuir a los gobernantes responsabilidad por algo sobre lo que no tienen control, pero otros han cuestionado esta interpretación, sugiriendo que, en realidad, los momentos de crisis, sea cual sea su origen, proporcionan a los electores la oportunidad de obtener información nueva sobre la competencia del gobierno y hacer una valoración mejor fundamentada de su actuación (Ashworth et al., 2017)Ref7. Este mismo mecanismo podría aplicarse a la evaluación de la capacidad del sistema político en su conjunto para afrontar situaciones críticas, especialmente cuando, como la pandemia, tienen carácter global y, por tanto, permiten comparar el desempeño de diferentes tipos de gobierno.

En las primeras fases de la pandemia, algunos investigadores encontraron indicios de una relación negativa entre democracia y capacidad de respuesta a la COVID-19 (Cepaluni et al., 2020Ref16; Cheibub et al., 2020Ref17), lo cual ha dado lugar a lo que Cassan y Van Steenvoort (2021)Ref15 han denominado “tesis de las autocracias eficientes”.

Sin embargo, estudios posteriores han arrojado dudas acerca de la solidez de la asociación entre tipo de régimen y COVID-19 y de la interpretación que se le debe dar. Según algunos, la relación solo se observa en democracias lastradas por una baja calidad institucional y poca efectividad del gobierno (Annaka, 2021)Ref5. Según otros, podría ser espuria, bien porque los países democráticos y no democráticos difieren en otras características que están causalmente relacionadas con la extensión de la pandemia (Cassan y Van Steenvoort, 2021)Ref15, bien porque los gobiernos autoritarios son más propensos a -y capaces de- manipular los datos sobre su difusión e impacto (Badman et al., 2021Ref8; Matuszak, 2021Ref29). Además, algunos análisis han encontrado que el grado de democratización se relaciona positivamente con la incidencia de la COVID-19 pero negativamente con la tasa de casos mortales y con el exceso de mortalidad. Esto, además de subrayar la importancia de utilizar indicadores adecuados y menos manipulables por los gobiernos, podría significar que las democracias han reaccionado lentamente y han demostrado menos capacidad de cortar la difusión de la epidemia en un primer momento, pero han sido más eficaces que las autocracias a la hora de atenuar sus peores consecuencias (Badman et al., 2021)Ref8.

En resumen, la evidencia empírica disponible no indica que las democracias hayan mostrado un peor rendimiento a la hora de hacer frente a la COVID-19. Sin embargo, los ciudadanos podrían tener una percepción diferente. Por un lado, los medios de comunicación han tendido a presentar bajo una luz bastante favorable (subrayando su eficacia) la gestión de la crisis de determinados gobiernos autoritarios (sobre todo, China) y eso podría tener reflejo en la opinión pública. De hecho, según encuestas de Pew Research Center, España es uno de los países democráticos en que el público hace una valoración más positiva del modo en que China manejó la pandemia. Por otra parte, el impacto de la COVID-19 en España ha sido especialmente grave, tanto en el plano sanitario como en el económico, y su gobernanza ha estado aquejada por importantes deficiencias1 (Royo, 2020)Ref37. Los ciudadanos valoran las medidas adoptadas contra la pandemia más negativamente que en otros países comparables y su juicio ha empeorado con el tiempo (Martín y Román, 2021)Ref28; además, aunque la aprobación del gobierno aumentó justo al principio de la COVID-19, a partir de abril de 2020 disminuyó paulatinamente hasta situarse en niveles semejantes e incluso inferiores a los que tenía antes del surgimiento de la pandemia (Fraile y Méndez, 2021)Ref22. Esto parece reflejar un juicio negativo del rendimiento del gobierno en una situación percibida como crítica, a partir del cual una parte de la ciudadanía podría inferir que la democracia ha mostrado un déficit de efectividad y poner en tela de juicio su superioridad frente a otras formas de gobierno.

Al mismo resultado se podría llegar a través de un proceso diferente, que no implica evaluación racional sino una reacción emocional ante la amenaza que supone la pandemia. Este tipo de amenazas existenciales generan emociones negativas como miedo, angustia y sentimiento de pérdida de control, ante las cuales caben dos respuestas posibles. Por un lado, se puede producir la búsqueda compensatoria de una autoridad fuerte, lo cual, llevado al extremo, podría propiciar el aumento de las preferencias favorables a los regímenes autoritarios en detrimento de las democracias. En esta línea, algunos estudios han encontrado un aumento de las actitudes de “sumisión autoritaria” a raíz de la pandemia (Roccato et al., 2021Ref36; Winter et al., 2021Ref43; véase también Amat et al., 2020Ref4, Bernacer et al., 2021Ref12 y Foa et al., 2022Ref21), lo cual confirma los hallazgos obtenidos tras otras catástrofes naturales y situaciones de crisis (Mirisola et al., 2014Ref30; Russo et al., 2020Ref38). Por otro lado, esas mismas emociones pueden dar lugar a fatalismo y conformismo, que alimentarán la indiferencia hacia el tipo de gobierno.

Por último, el apoyo a la democracia también puede disminuir si los ciudadanos perciben que ante una situación crítica los gobiernos democráticos vulneran los principios y normas definitorios de una democracia liberal. Las autoridades políticas tienen la prerrogativa legítima de tomar medidas extraordinarias para proteger a la población en situaciones semejantes, incluso aunque ello implique una limitación del ejercicio de derechos fundamentales. Sin embargo, esas medidas deberían ser proporcionadas, temporales, no discriminatorias, respetuosas con el ordenamiento constitucional y justificables por sus consecuencias positivas. Si los gobiernos se arrogan poderes extraordinarios y toman decisiones que no cumplen estas condiciones, se corre el peligro de que su actuación sea considerada ilegítima por los ciudadanos y de que ese juicio de ilegitimidad se extienda a la propia democracia, llevando a pensar que, a la hora de la verdad, no hay gran diferencia entre un gobierno democrático y uno autoritario. La percepción de que los gobernantes no respetan el Estado de Derecho y los principios democráticos podría dar pábulo a actitudes cínicas hacia la democracia.

Engler et al. (2021)Ref20 y Edgell et al. (2021)Ref19 han mostrado que la intensidad de las restricciones de los derechos y libertades personales ha variado bastante de unas democracias a otras, pues la reacción ante la pandemia ha dependido del nivel de garantismo -y, en último término, la calidad- de cada democracia; además, no han encontrado indicios de que una mayor vulneración de los principios democráticos se tradujese en una reducción del impacto de la pandemia. Según los indicadores que manejan estos autores, durante la pandemia España ha sobresalido entre las democracias plenas -en particular, entre las de Europa occidental- por la severidad de las limitaciones del ejercicio de las libertades individuales y por actuaciones que se desvían de los estándares democráticos (aunque se ha mantenido lejos de las prácticas seguidas en regímenes autoritarios). Esta podría ser la razón por la que, según una encuesta de Pew Research Center realizada durante la pandemia, España es uno de los países (el quinto de los 18 estudiados) en los que hay menos gente que cree que el gobierno respeta las libertades.

Desde el inicio de la pandemia se ha estudiado profusamente su impacto en las actitudes políticas, pero hay pocos trabajos que hayan tratado específicamente sus posibles consecuencias para la legitimidad de la democracia. La mayoría de las investigaciones se han centrado en los cambios en la confianza política, ya sea en las autoridades (en particular, el gobierno o su presidente) o en las instituciones públicas. Tanto en el caso de España como en la mayoría de los países se registró un sustancial aumento de la confianza en el ejecutivo (y, a menudo, también en las instituciones políticas) en el arranque de la pandemia, pero fue transitorio, se fue diluyendo de modo bastante rápido y fue menor (y más heterogéneo, con incrementos grandes en unos segmentos de la población y menores e incluso negativos en otros) en los contextos, como el español, en los que existía un alto grado de polarización política (sobre España, véase Fraile y Méndez, 2021Ref22; Belchior y Teixeira, 2021Ref10; Ares et al., 2021Ref6; Cardenal et al., 2021Ref13).

Este patrón, que ha sido interpretado mayoritariamente en términos de la combinación de un efecto de “cerrar filas” o “rally-around-the-flag” en un primer momento y de evaluación crítica de la gestión de la crisis con posterioridad, es compatible con diversas tendencias de cambio en el apoyo al régimen democrático (Nupu y Zechmeister, 2021)Ref33, que, como hemos dicho, han sido menos investigadas.

El estudio más ambicioso es el de Foa et al. (2022)Ref21, que, haciendo una única estimación agregada para todas las democracias existentes, ha mostrado que la proporción de ciudadanos que piensan que la democracia es la mejor forma de gobierno ha experimentado una caída acusada desde 2019. Además, usando datos desagregados para ocho democracias avanzadas han comprobado que, al mismo tiempo que se producía ese descenso, aumentaba el apoyo a mecanismos de gobierno tecnocráticos o a líderes fuertes que pueden prescindir de controles democráticos. Estas actitudes se incrementaron más en los jóvenes, algo especialmente preocupante desde el punto de vista de la evolución futura del apoyo a la democracia.

Estudios sobre España arrojan resultados semejantes: empeoramiento de la valoración de la democracia, acompañado de más apoyo a la toma de decisiones por expertos y, en algunos casos, a líderes fuertes, aunque sean poco respetuosos con las reglas democráticas, así como aumento de las actitudes favorables a la disciplina y obediencia a las autoridades (Bartolomé et al., 2021Ref9; Amat et al., 2020Ref4; Lavezzolo et al., 2021Ref26). Apuntan en el mismo sentido los hallazgos de Pedrazzani et al. (2021)Ref34 para Italia, según los cuales los ciudadanos manifiestan bastante acuerdo con la idea de que “la emergencia del coronavirus demuestra que hay circunstancias en que la democracia es incapaz de resolver los problemas de la gente”, especialmente alto entre quienes se vieron afectados directamente por la enfermedad. En un contexto completamente diferente, Haití, Nupu y Zechmeister (2021)Ref33 no encontraron indicios de que la COVID-19 deprimiese el apoyo democrático.

Estos trabajos suponen aportaciones valiosas. No obstante, en general cubren períodos de tiempo muy cortos, abarcando solo el inicio de la pandemia, no usan el indicador más habitual de legitimidad de la democracia y, en algunos casos, no miden el cambio de las actitudes a lo largo del tiempo, sino el efecto de la exposición individual a la enfermedad o efectos de framing. La principal excepción es el estudio de Foa et al., 2022Ref21, pero este proporciona resultados en un nivel tan alto de agregación que, por definición, no permite captar las probables particularidades del cambio de las actitudes en distintas democracias.

Nuestro objetivo es contribuir a paliar la escasez de investigaciones centradas en los efectos de la pandemia sobre la legitimidad de la democracia, usando un indicador estándar que tiene la ventaja de que no consiste en una valoración de la democracia en abstracto, sino que la contrapone a una alternativa concreta, y añadiendo un análisis pormenorizado del cambio de las opiniones de distintos segmentos de la ciudadanía.

3. Metodología

Usaremos dos encuestas del CIS: el estudio 3269, de diciembre de 2019 (con una muestra de 4.804 personas y modo de administración presencial) y el estudio 3309, de febrero de 2021 (con una muestra de 3.869 personas y modo de administración telefónica). Comparando estas encuestas se puede captar el posible cambio de las actitudes de los ciudadanos españoles desde inmediatamente antes del inicio hasta la tercera ola de la COVID-19. En rigor, este diseño no permite establecer relaciones causales ni descartar que los cambios que se pudiesen encontrar dependan en parte de otros acontecimientos o variables, pero parece razonable pensar que la pandemia será el principal factor que se encuentre detrás de los movimientos de opinión que hayan tenido lugar en este periodo, sea de manera inmediata (la propia experiencia de la difusión de la enfermedad y la amenaza que ha supuesto) o mediata (en particular, a través de la valoración del rendimiento del gobierno).

Nuestra variable dependiente es la legitimidad de la democracia, operacionalizada a partir de una clásica pregunta sobre el tipo de régimen político preferido, que ofrece a los entrevistados tres opciones de respuesta: preferencia por la democracia, preferencia por un régimen autoritario en algunas circunstancias, e indiferencia entre las dos opciones2.

Las demás variables que se tendrán en cuenta reflejan características sociodemográficas, laborales y políticas de los entrevistados. Son las siguientes:

-Edad: 18-24 años; 25-34 años; 35-49 años; 50-64 años; 65 o más años;

-Nivel de estudios: primarios o menos; secundaria inferior; secundaria superior; formación profesional media; formación profesional superior; educación universitaria;

-Actividad y ocupación: directores y gerentes; profesionales y técnicos; empleados no manuales y de los servicios; agricultores; obreros; pensionistas; parados; estudiantes; trabajo doméstico3;

-Clase social subjetiva: alta y media-alta; media-media; media-baja; trabajadora; baja-pobre; sin información;

-Ideología: extrema izquierda (1); izquierda (2-3); centro izquierda (4); centro (5); centro derecha (6); derecha (7-8); extrema derecha (9-10); sin información;

-Recuerdo de voto en noviembre de 2019: Partido Popular; PSOE; VOX; Unidas Podemos y confluencias; Ciudadanos; partidos nacionalistas; otros partidos; Abstención o en blanco; sin información.

Tras cuantificar el cambio bruto entre 2019 y 2021 en la legitimidad de la democracia, estimaremos un modelo de regresión logística multinomial para comprobar si el cambio inicialmente observado se mantiene una vez que se tienen en cuenta todas las variables de control; esto es vital, ya que hay una gran diferencia de composición entre las muestras de las dos encuestas, debido a la modificación de la metodología aplicada por el CIS y, en particular, al hecho de que la encuesta de 2019 es presencial y la de 2021 telefónica. Finalmente, estimaremos un segundo modelo multinomial, que añade al primero las interacciones entre el año y todas las demás variables, a fin de averiguar qué categorías cambian sus respuestas a raíz de la pandemia. Puesto que los coeficientes logísticos, y más todavía los de las interacciones, tienen una interpretación poco intuitiva, calcularemos a partir de ellos las probabilidades predichas medias de cada valor de la variable dependiente y el cambio en esas probabilidades entre 2019 y 2021 (es decir, los “efectos marginales medios” de la variable año) tanto para el conjunto de la población como para cada subpoblación.

4. Resultados

4.1. ¿Cuánto han cambiado las actitudes hacia la democracia?

Entre diciembre de 2019 y febrero de 2021 (es decir, desde inmediatamente antes del inicio de la pandemia hasta la tercera ola), el porcentaje de españoles que opinaban que la democracia es el régimen preferible en cualquier circunstancia pasó de 85,9% a 80,1%. Este descenso devuelve la preferencia por la democracia a valores semejantes a los de una década antes, cuando la Gran Recesión llevó consigo una disminución desde el 86,5% en 2008 al 78% en 2012 (serie A.3.07.03.001 del Banco de Datos del CIS4). La reducción de la preferencia por la democracia fue acompañada de incrementos de desigual magnitud de la indiferencia (4,4 puntos) y del apoyo circunstancial a un régimen autoritario (1,4); durante la crisis anterior, la erosión de la legitimidad de la democracia se había debido enteramente a un crecimiento de la indiferencia.

Estas fluctuaciones parecen indicar que el apoyo al régimen democrático, aun siendo abrumadoramente mayoritario, no surge por completo de una adhesión incondicional, sino que es en cierta medida contingente, dependiente del funcionamiento del sistema.

Sin embargo, el cambio que hemos encontrado entre 2019 y 2021 se podría deber a diferencias en la composición de las muestras. Para comprobar si es así, ajustamos un modelo de regresión logística multinomial que proporciona una estimación del cambio neto (efecto de la variable año), controlando por todas las características sociales y políticas de los entrevistados acerca de las cuales hay información en las dos encuestas. La Tabla 1 recoge los parámetros estimados de este modelo (modelo 1), tomando como categoría de referencia omitida la preferencia por la democracia (Tabla 1).

El coeficiente del año es positivo y estadísticamente significativo tanto para la preferencia circunstancial por un régimen autoritario (0,44) como para la indiferencia (0,78). Dado que los coeficientes logísticos no tienen una interpretación intuitiva, es útil expresar el cambio en términos de probabilidades predichas medias. Son 0,868 en 2019 y 0,788 en 2021 para la opinión de que la democracia es siempre el mejor régimen; 0,048 y 0,064 para la opción de que un gobierno autoritario puede ser preferible en ocasiones; y 0,083 y 0,147 para la indiferencia. Todos los cambios son estadísticamente significativos (p<0,01). Por consiguiente, el descenso del apoyo a la democracia (ocho puntos porcentuales) y el aumento de la indiferencia (seis puntos y medio) son un poco mayores en términos netos que en términos brutos, mientras que la magnitud del incremento neto de la preferencia autoritaria es igual que la del bruto (un punto y medio).

4.2. ¿Han sido homogéneos los cambios?

Una vez confirmado que a lo largo de la pandemia se produjo un descenso significativo de la preferencia por la democracia, que se debe más al aumento de la indiferencia entre democracia y autoritarismo que al del atractivo de las opciones autoritarias, tiene sentido preguntarse si estos cambios se produjeron homogéneamente o tuvieron intensidad distinta en diferentes segmentos sociales y políticos.

Para responder, el modelo 2 incluye las interacciones entre el año y todas las demás variables. Los coeficientes de cada variable captan su efecto en el año que sirve de referencia inicial (2019) y el del año da cuenta del cambio experimentado entre 2019 y 2021 por los sujetos que pertenecen a la categoría de referencia de las demás variables, mientras que los coeficientes de las interacciones permiten identificar qué categorías de estas variables experimentan entre 2019 y 2021 un cambio mayor o menor que el de la categoría de referencia. Por tanto, para describir el comportamiento de cada categoría en un determinado momento temporal es necesario tener en cuenta conjuntamente tres coeficientes: el del año, el del “efecto principal” de esa categoría y el de su interacción con el año.

A partir de los parámetros de este modelo, hemos calculado las probabilidades predichas medias de cada valor de la variable dependiente para las diferentes categorías de cada variable de análisis en cada uno de los dos años, manteniendo las demás variables en sus valores observados5. Las diferencias entre las probabilidades para los dos años equivalen a los “efectos marginales medios” del año para cada categoría, que se presentan en el Gráfico 1. Los comentaremos variable a variable.

Tabla 1. Modelos de regresión logística multinomial
Fuente. elaboración propia a partir de los estudios 3269 y 3309 del CIS
Fuente. elaboración propia a partir de los estudios 3269 y 3309 del CIS

Continuación Tabla 1
Fuente. elaboración propia a partir de los estudios 3269 y 3309 del CIS
Fuente. elaboración propia a partir de los estudios 3269 y 3309 del CIS

En diciembre de 2019, no había diferencia alguna entre hombres y mujeres. Entre ese momento y febrero de 2021, la legitimidad de la democracia disminuyó significativamente para ambos sexos, pero algo más para las mujeres (diez puntos) que para los hombres (seis); en contrapartida, se produjo un crecimiento de la indiferencia o incertidumbre acerca de si es preferible una democracia o un régimen autoritario (de cinco puntos para los hombres y ocho para las mujeres), aunque en el caso de las mujeres también se incrementó de manera estadísticamente significativa la preferencia circunstancial por un régimen autoritario, que subió dos puntos porcentuales.

La heterogeneidad de los cambios es mucho mayor cuando se atiende a la edad. A finales de 2019, había diferencias significativas entre los intervalos de edad más jóvenes y más viejos en la preferencia tanto por la democracia (probabilidades en torno a 0,83 para las personas de 18-24 y 25-34 años y de 0,88 para las de 50-64 y 65 o más años) como por un régimen autoritario (probabilidades alrededor de 0,08 para 18-24 y 25-34 años y 0,035 para 65 o más años). Durante la pandemia, se produce un descenso significativo de la legitimidad de la democracia en todos los intervalos de edad salvo en el de los mayores, que se debe casi por completo a un alza paralela de la indiferencia (Gráfico 1, panel A). Estos cambios tienen intensidades muy distintas en cada segmento etario: son muy acusados en quienes tienen de 18 a 24 años (caída de casi 30 puntos en la preferencia por la democracia e incremento de 25 en la indiferencia; también hay un aumento de cuatro puntos del apoyo circunstancial al autoritarismo, aunque no es estadísticamente significativo); bastante fuertes en las personas de 25-34 y 35-49 años (baja unos 14 puntos la opinión de que la democracia siempre es preferible y se eleva otro tanto la de que lo mismo da un régimen que otro); y mucho más modestos en las de 50-64 años (unos cinco puntos porcentuales). El resultado de estos cambios desiguales es que en 2021 aparece una relación positiva muy clara entre edad y actitudes hacia la democracia, con diferencias de probabilidades que, cuando se comparan los intervalos de edad más joven y más viejo, llegan a ser de treinta y un, siete y veinticuatro puntos porcentuales en las actitudes prodemocracia, proautoritarismo y de indiferencia.

En 2019, el nivel educativo permitía discriminar tres segmentos: en un extremo, las personas sin estudios terminados o con primaria, que declaran menor preferencia por la democracia (0,77), mayor preferencia por un régimen autoritario (0,08) y más indiferencia (0,15); en el otro, los titulados universitarios, que exhiben la pauta contraria (democracia: 0,94, autoritarismo: 0,03, indiferencia: 0,03); y, en situación intermedia, quienes tienen secundaria inferior o formación profesional (valores en torno a 0,85, 0,05 y 0,10) o secundaria superior (0,90, 0,04 y 0,06). Esta pauta se mantiene e incluso se acentúa en 2021, de modo que las diferencias entre categorías son algo mayores que en 2019. Entre uno y otro momento temporal, hay una disminución casi generalizada de la deseabilidad atribuida al régimen democrático (salvo en los graduados de formación profesional superior), algo más intensa en los dos niveles de estudios inferiores (Gráfico 1, panel B). La acompaña, sobre todo, un aumento de la indiferencia (mayor en las categorías que partían de niveles más altos), pero también aumenta significativamente la preferencia autoritaria en algunas categorías (secundaria superior y universitarios).

Teniendo en cuenta conjuntamente la situación de actividad y la ocupación de quienes estaban trabajando (Gráfico 1, panel C), hay una caída de la legitimidad de la democracia en casi todas las categorías (se exceptúan los directivos y los estudiantes), que es más pronunciada en agricultores y personas dedicadas al trabajo doméstico, categorías en las que alcanza 18 puntos porcentuales. Esta reducción se acompaña de aumento de la indiferencia, pero también se registran incrementos pequeños pero estadísticamente significativos de la preferencia por un régimen autoritario en los profesionales y personas dedicadas a tareas domésticas.

Por clase social subjetiva, el apoyo a la democracia disminuye -y la indiferencia y la preferencia por un régimen autoritario aumentan- más o menos por igual en todas las categorías, salvo la clase baja o pobre y las personas para las cuales no se dispone de información, en las que apenas hay cambios (Gráfico 1, panel D). Como estas dos categorías eran las que en 2019 manifestaban una preferencia menos marcada por un régimen democrático, el resultado es una atenuación de las diferencias entre clases.

Antes de la pandemia, se podía establecer una división entre tres grupos en función de la ideología: quienes se ubicaban en la izquierda y centro izquierda (entre el 2 y el 4 de la escala ideológica), que exhibían los niveles más altos de legitimidad de la democracia (probabilidad por encima de 0,90) y los más bajos de autoritarismo (en torno a 0,02); los situados en el lado derecho del espectro ideológico (posiciones 6 a 10), con los niveles más bajos de preferencia por la democracia (sobre 0,83) y los más altos de autoritarismo (entre 0,08 y 0,11); y, a medio camino entre unos y otros, los ubicados en la extrema izquierda y en el centro (probabilidad de 0,86 en preferencia por la democracia y 0,05 en preferencia por un régimen autoritario). Desde ese punto de partida, se producen cambios de intensidad bastante dispar (Gráfico 1, panel E), con un descenso del apoyo a la democracia particularmente notable en la extrema derecha (17 puntos) y en el centro (diez puntos) y prácticamente nulo en la extrema izquierda. En paralelo, hay un aumento de la indiferencia, cuya magnitud varía entre categorías a la par que la de la caída de la preferencia por la democracia. El resultado de estos cambios es que, a grandes rasgos, tras la tercera ola de la pandemia se puede hacer una distinción dicotómica entre dos segmentos: de un lado, toda la izquierda, con máxima legitimidad de la democracia, menor autoritarismo y mínima indiferencia; y, de otro, el bloque formado por el centro y la derecha, con menor legitimidad de la democracia, mayor preferencia por un régimen autoritario y más indiferencia, patrón que se manifiesta de modo extremo en los ubicados en la extrema derecha (probabilidades de 0,67, 0,13 y 0,20)6.

Gráfico 1. Cambio de las preferencias entre 2019 y 2021, según variables sociales y políticas
Fuente. Elaboración propia.
Fuente. Elaboración propia.

Continuación Gráfico 1
Fuente. Elaboración propia.
Fuente. Elaboración propia.

En función del voto (Gráfico 1, panel F), se observa que en 2019 el apoyo incondicional a la democracia era bastante homogéneo (probabilidad en torno a 0,89), con dos excepciones: los votantes de VOX (0,78) y los abstencionistas (0,83), que, en contrapartida, exhiben un mayor autoritarismo (VOX) y una mayor indiferencia (abstencionistas) (probabilidad de 0,13 en ambos casos). Desde entonces, la legitimidad de la democracia ha experimentado una disminución, especialmente marcada en los abstencionistas (12 puntos) y, en medida algo menor, en los votantes del PP, PSOE y Ciudadanos (en torno a ocho puntos). Este descenso va ligado a un incremento estadísticamente significativo del apoyo eventual a una opción autoritaria entre los votantes de Ciudadanos, de la indiferencia entre los votantes del PSOE y de ambos tipos de actitudes entre los votantes del PP y los abstencionistas. Todos estos cambios han modulado la pauta que se encontraba en 2019, atenuando la diferencia que había entre los votantes de VOX y los de otros partidos, pero aumentando la existente entre los abstencionistas y los votantes.

5. Discusión

En este trabajo nos hemos preguntado en qué medida la pandemia, la crisis económica que ha provocado y el conflicto en torno a su gestión han llevado consigo una pérdida de legitimidad de la democracia en España y en qué segmentos sociales y políticos ha sido más intensa. Los resultados expuestos en el apartado anterior permiten responder a estos interrogantes.

En términos netos, el apoyo a la opinión de que la democracia es la mejor forma de gobierno ha bajado ocho puntos porcentuales (seis en términos brutos). Para valorar su importancia, conviene situar este descenso en el contexto de la evolución temporal de esta variable desde que se dispone de datos sobre ella (1985). La serie A.3.07.03.001 del Banco de Datos del CIS pone de manifiesto que desde 1985 la legitimidad de la democracia creció hasta estabilizarse alrededor del 85% desde finales de la década de los 90 hasta 2008. Entre este año y 2012, coincidiendo con la Gran Recesión, hubo un abrupto descenso (hasta el 77%), que se invirtió en los años siguientes, cuando la recuperación económica devolvió el apoyo a la democracia a niveles anteriores a la crisis. Aun siendo modesta, la caída registrada durante la pandemia es una de las mayores disminuciones interanuales de la que hay constancia en los datos disponibles, parece confirmar que el apoyo al régimen democrático de una parte de los españoles no surge de una adhesión incondicional y es suficientemente importante como para que tenga interés comprobar si ha sido homogénea o su intensidad es variable entre distintos segmentos de la ciudadanía.

Los análisis que hemos realizado a este respecto permiten identificar cambios especialmente notables en algunas categorías sociales y políticas. Los mayores descensos del apoyo a la democracia se encuentran en algunos grupos de edad: es grande entre las personas de menos de 50 años y particularmente acusado entre los más jóvenes (entre 18 y 24 años). También hay disminuciones apreciables en algunas situaciones de actividad y grupos ocupacionales (agricultores, personas dedicadas al trabajo doméstico y, en menor medida, pensionistas y obreros), en los dos niveles de estudios más bajos (es decir, personas con enseñanza secundaria inferior o menos) y en las mujeres7. En función del perfil político, destacan las personas de extrema derecha, las que no se sitúan en la escala ideológica, los abstencionistas y, en una escala menor, los ubicados en el centro. En la mayoría de los casos, la erosión de la legitimidad de la democracia en estas categorías se debe al aumento del sentimiento de que es indiferente un tipo de gobierno u otro, pues solo hubo incrementos relativamente grandes y estadísticamente significativos de la preferencia por un gobierno autoritario en las personas que se dedican al trabajo doméstico y en los abstencionistas. En cambio, hay otras categorías que, aunque no sobresalen por haber reducido su apoyo a la democracia con mayor intensidad, sí han aumentado de modo significativo la propensión a pensar que a veces puede ser preferible un gobierno autoritario. Son los votantes de Ciudadanos y del Partido Popular, los profesionales, las personas con niveles de estudios elevados (secundaria superior o educación universitaria) y las que se consideran de clase trabajadora.

Probablemente, las modificaciones de las actitudes hacia el sistema político que hemos identificado se deben a una combinación de los tres mecanismos que habíamos contemplado, aunque su influencia puede variar de un grupo a otro.

La gran disminución de la creencia de que la democracia siempre es el régimen preferible que se ha producido en los jóvenes apunta a una evaluación negativa del rendimiento del sistema. Aunque se han visto menos afectados en el plano sanitario, los jóvenes parecen haber experimentado de modo más intenso otro tipo de consecuencias de la pandemia (deterioro de las perspectivas laborales, aislamiento social, ansiedad, pérdida de bienestar subjetivo (Bericat y Mascherini, 2021Ref11; Salido y Massó, 2021Ref39) y, según las propias encuestas del CIS, son el grupo que declara más preocupación por los efectos económicos de la COVID-19. Hay investigaciones recientes que concluyen que el apoyo a la democracia de un individuo depende del número de años que ha vivido bajo un régimen democrático que obtiene resultados económicos y sociales satisfactorios (Acemoglu et al., 2021)Ref1. En España, las cohortes más antiguas probablemente asocian el periodo democrático a progreso, pero las más recientes, que partían de expectativas más elevadas, han asistido en poco tiempo a dos graves crisis y una etapa de notable turbulencia política, a la vez que se extendía un discurso muy pesimista sobre su futuro que las presenta como las primeras generaciones que vivirán peor que sus padres. Esto podría generarles la percepción de que sus oportunidades vitales se han visto seriamente menguadas y contribuir a explicar el mayor desapego de los jóvenes hacia el régimen democrático.

Pero es probable que al impacto de las evaluaciones retrospectivas se haya añadido el de las emociones negativas desencadenadas por la crisis, la incertidumbre y las limitaciones al contacto social, así como, en algunos sectores, la impresión de que las restricciones a las libertades individuales impuestas para combatir la pandemia eran excesivas. Todo ello podría haber hecho que la desconfianza política, que ya tenía bastante presencia en este colectivo antes de la pandemia, se agravase hasta afectar al apoyo a la democracia.

Un agravamiento semejante parece haberse producido también en otras categorías sociales que tradicionalmente se han caracterizado por niveles comparativamente altos de desafección (desinterés, desconfianza, ineficacia): personas con estudios bajos, dedicadas al trabajo doméstico, pensionistas, agricultores y obreros. Hasta ahora, salvo en el caso del nivel educativo inferior, esas actitudes no habían estado ligadas a un bajo respaldo al régimen democrático. Sin embargo, la situación creada por la pandemia parece haberlas convertido en algunos casos en indiferencia sobre cuál es el tipo de gobierno más deseable e incluso, como ocurre con quienes se dedican al trabajo doméstico, ha dado lugar a un apreciable aumento de la preferencia por un gobierno autoritario. Esto mismo ha ocurrido con los abstencionistas y las personas sin posicionamiento ideológico, con la particularidad de que estas fracciones del electorado, además de presentar habitualmente un alto grado de desafección, ya declaraban en 2019 los niveles más elevados de indiferencia sobre el tipo de régimen; por tanto, el cambio registrado durante la pandemia agudiza sus orientaciones previas. En suma, la pandemia parece haber llevado a que algunos sectores sociales que se caracterizaban por un menor nivel de apoyo político específico -es decir, a objetos situados en un nivel inferior de generalidad- rebajen también su apoyo político difuso, esto es, su creencia en la legitimidad de la democracia.

Caso aparte es el de la gran caída del apoyo democrático entre las personas ubicadas en la extrema derecha. Antes de la pandemia, este segmento ideológico ya exhibía una preferencia circunstancial por un gobierno autoritario más alta que cualquier otra categoría. Esa propensión se ha intensificado pero, sobre todo, ha aumentado su indiferencia sobre el tipo de régimen. La pandemia y la extrema polarización del debate político en torno a su gestión han creado un contexto propicio para que se pusiese de manifiesto la debilidad y el carácter condicional de la adhesión a la democracia de este sector ideológico, sobre el que ya habían llamado la atención investigaciones anteriores (Pérez Nievas et al., 2013)Ref35.

¿Qué implicaciones pueden tener estos cambios de cara a la evolución futura de la legitimidad de la democracia en España? El descenso global que hemos encontrado no es, en principio, especialmente dramático. Su magnitud es moderada, apenas ha conllevado aumento de la preferencia por un gobierno autoritario y, además, los antecedentes invitan a pensar que podría ser revertido en la medida en que la situación sanitaria se normalice por completo y la recuperación económica se consolide. No obstante, el hecho de que los efectos sociales de la pandemia se hayan sumado a los que había tenido solo una década antes la Gran Recesión y de que en ambas crisis se hayan evidenciado deficiencias en la gestión podría hacer que la caída del apoyo democrático se prolongue, confirmando que, como sostenía Easton (1975)Ref18, la experiencia acumulada de una serie de resultados negativos del sistema político acaba afectando al apoyo que los ciudadanos le otorgan.

Esta incertidumbre sobre la evolución futura de las actitudes hacia la democracia se ve acrecentada por el impacto de un nuevo shock externo, la invasión rusa de Ucrania. Por un lado, esto podría provocar una revalorización de la democracia por contraste con el régimen autoritario ruso y como resultado de la penetración en la opinión pública de una interpretación de la guerra como conflicto entre democracia y autoritarismo. Pero, por otro lado, debido a sus consecuencias económicas y sociales, podría alimentar el descontento, constituir un paso más en la acumulación de momentos de crisis y, en último término, agravar la disminución del apoyo a la democracia, sobre todo si hay fuerzas políticas populistas cuyo discurso contribuye a mover a la opinión pública en esa dirección.

Es particularmente alarmante de cara al futuro el comportamiento de algunos grupos sociales y políticos concretos. Una parte importante de los jóvenes se puede estar desvinculando de la democracia, ya que, al producirse en un período temprano de su biografía, en el que las vivencias y circunstancias adversas tienen un mayor impacto en la formación de actitudes políticas estables, la alienación con respecto al sistema democrático se podría cronificar. Igual que la Gran Recesión alumbró una “generación crítica” (García-Albacete y Lorente, 2021)Ref23, la pandemia podría dar lugar a una “generación cínica” en lo que respeta a sus actitudes hacia la democracia. También es preocupante la posibilidad de que, como hemos apuntado, las actitudes de desafección de algunos sectores sociales puedan estar más asociadas que en el pasado al cuestionamiento de la superioridad de la democracia sobre otros sistemas de gobierno. Este debilitamiento de la frontera que protegía a la legitimidad de la democracia con respecto a las fluctuaciones de la desafección y el descontento podría crear condiciones propicias al deterioro de la calidad de la democracia y al ascenso de fórmulas populistas. Dado el actual escenario político español, la derecha populista radical representada por VOX parece la fuerza política que se encuentra en mejor situación para capitalizar estos cambios en las actitudes hacia la democracia, al menos los que se han producido en aquellos segmentos sociales que no tienen predisposiciones ideológicas muy adversas hacia este partido.

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Notas

1) El exceso de mortalidad entre marzo de 2020 y mayo de 2021 (es decir, el número adicional de muertes registradas con respecto al esperable en condiciones normales) es más de un 20% y podría llegar hasta el 27% (Salido y Massó, 2021). En momentos álgidos de la evolución de la pandemia, España tuvo el mayor exceso de mortalidad de todas las sociedades avanzadas y si se toma en conjunto todo el período pandémico presenta uno de los más altos de Europa Occidental, solo igualado por el de Italia. Por otra parte, el producto interior bruto (PIB) sufrió un descenso interanual del 21,5% en el segundo trimestre de 2020, prácticamente sin precedentes en la historia de España; en el conjunto del año, la caída fue del 10,8%, mucho mayor que en cualquier país comparable. Según un análisis de The Economist sobre 23 países ricos de la OCDE que tiene en cuenta cinco indicadores (variación del PIB, de la renta de los hogares, del precio de las acciones, de la inversión y de la deuda pública entre el último trimestre de 2019 y el tercer trimestre de 2021), España es, con gran diferencia, el país en el que la pandemia ha tenido un mayor impacto económico. A pesar del efecto mitigador de las políticas puestas en marcha para hacerle frente (en particular, del recurso masivo a los ERTE), esta contracción económica tuvo un gran impacto en el empleo y en las condiciones de vida de la población (Salido y Massó, 2021).

2) Las opciones de respuesta están redactadas de modo ligeramente distinto en cada encuesta, pero consideramos que estas diferencias, equiparables a las que se dan entre otras encuestas que el CIS incluye en la serie “A.3.07.03.001: Régimen político preferido: democracia o autoritarismo (I)”, no invalidan la comparación. Se puede consultar el cuestionario de las dos encuestas, así como información sobre su diseño muestral, en la web del CIS (https://www.cis.es/cis/opencms/ES/2_bancodatos/). Hemos incluido en una única categoría de “indiferencia” a los entrevistados que creen que da igual una forma de gobierno que otra y a quienes declaran no saber.

3) Hemos combinado en una sola variable la ocupación autoasignada de quienes declaraban estar trabajando y la situación de actividad de quienes estaban en otras situaciones, en lugar de contemplar separadamente la ocupación y la actividad, debido a que en febrero de 2021 no se preguntó a quienes no estaban trabajando por su última ocupación o por la ocupación actual o última de la persona de referencia o que aportaba más ingresos al hogar. Tampoco ha sido posible tener en cuenta la situación laboral (por cuenta propia o ajena y, en este último caso, con contrato indefinido o temporal), el sector de empleo ni la rama de actividad, porque, lamentablemente, el CIS también ha dejado de preguntar regularmente por estas variables, rompiendo una práctica que se remontaba a 1993.

4) Se puede consultar el gráfico de la serie en la aplicación de análisis online del Banco de Datos del CIS: https://www.analisis.cis.es/cisdb.jsp.

5) Estas probabilidades predichas para cada año y categoría se pueden solicitar a los autores.

6) Las personas que no se posicionan en la escala izquierda-derecha cambian sus opiniones de modo semejante a las ubicadas en la extrema derecha, pero con una diferencia muy importante tanto en el punto de partida como en el de llegada: presentan en los dos momentos temporales niveles bajos de preferencia por la democracia o por el autoritarismo y muy altos de indiferencia.

7) Dada la obvia relación entre la pertenencia a algunas de estas categorías y a determinados intervalos de edad, es evidente que, aunque los mayores y los estudiantes no han disminuido su apoyo a la democracia por el hecho de serlo, muchos de ellos sí lo habrán reducido por ser pensionistas, dedicarse al trabajo doméstico o tener menos estudios (los mayores) o por ser jóvenes (los estudiantes).

Breve curriculum de los autores

Voces, Carmen

Carmen Voces es profesora en el Departamento de Ciencia Política y Sociología de la Universidad de Santiago de Compostela. Es autora de diversas publicaciones sobre metodología de las ciencias sociales y del comportamiento, evaluación de la calidad, sociología política y opinión pública, incluyendo artículos en Psicothema, Methodology, International Sociology, Revista de Estudios Políticos y Social Indicators Research.

Caínzos, Miguel

Miguel Caínzos es profesor de sociología en la Universidad de Santiago de Compostela. Ha publicado sobre teoría sociológica, estratificación social, opinión pública y sociología política. Sus últimas publicaciones “Desigualdad persistente, pero no un techo de cristal” (Revista Española de Sociología) y “Overeducation as status inconsistency” (Social Indicators Research), con Carmen Voces.