Rutinas periodísticas y ciclo de los desastres. Hacia una comunicación para la reducción del riesgo

Journalistic routines and the disaster cycle. Towards communication for risk reduction

Autores

Palma, Karla
https://orcid.org/0000-0002-3191-4038
Universidad de Chile, Chile

Salinas Muñoz, Claudio
https://orcid.org/0000-0001-8332-9431
Universidad de Chile, Chile

Datos del artículo

Año | Year: 2024

Volumen | Volume: 12

Número | Issue: 1

DOI: https://doi.org/10.17502/mrcs.v12i1.711

Recibido | Received: 5-6-2023

Aceptado | Accepted: 26-10-2023

Primera página | First page: 1

Última página | Last page: 15

Resumen

El presente artículo aborda la relación entre las rutinas periodísticas y el ciclo de desastres, centrándose en los megaincendios forestales ocurridos en Chile en 2017, con el objetivo de responder a la pregunta: ¿cómo algunas dimensiones de las rutinas periodísticas condicionan la construcción pública de los desastres socioambientales, incidiendo en la comprensión de los riesgos? Este estudio se enmarca en la literatura sobre la construcción social del riesgo y el proceso de construcción de las rutinas de prensa, proporcionando una perspectiva sobre el papel de la comunicación en la gestión del riesgo de desastres socioambientales. La investigación adopta un enfoque mixto y su corpus de análisis consiste en 852 noticias, de medios nacionales y locales, que abarcan todo el ciclo de cobertura de los megaincendios. Los resultados revelan la importancia de la comunicación del riesgo para prevenir emergencias, pues el acceso a información veraz amplía la comprensión de la situación y permite una mejor gestión de este. Sin embargo, se observa que las rutinas periodísticas influyen en el conocimiento público de los desastres y limitan su comprensión sistémica. Esto incluye la temporalidad de los desastres, que a menudo se inscriben más en la coyuntura de estos y menos en su ciclo, perdiéndose así la comprensión de su contexto de producción, que es más amplio y complejo.

Palabras clave: Chile, incendios forestales, ciclo del desastre, rutinas periodísticas, gestión del riesgo,

Abstract

The present article addresses the relationship between journalistic routines and the disaster cycle, focusing on the mega-forest fires that occurred in Chile in 2017, with the aim of answering the question: How do certain dimensions of journalistic routines condition the public construction of socio-environmental disasters, influencing the understanding of risks? This study is framed within the literature on the social construction of risk and the process of constructing press routines, providing a perspective on the role of communication in the management of socio-environmental disaster risk. The research adopts a mixed approach, and its analysis corpus consists of 852 news articles from national and local media, covering the entire coverage cycle of the mega-fires. The results reveal the importance of risk communication in preventing emergencies, as access to accurate information enhances understanding of the situation and enables better disaster management. However, it is observed that journalistic routines influence public knowledge of disasters and limit their systemic understanding. This includes the temporality of disasters, which often align more with their immediate circumstances and less with their cycle, thereby missing a broader production context.

Key words: Chile, wildfire, disaster cycle, news routines, risk management,

Cómo citar este artículo

Palma, K., y Salinas Muñoz, C. (2024). Rutinas periodísticas y ciclo de los desastres. Hacia una comunicación para la reducción del riesgo. methaodos.revista de ciencias sociales, 12(1), m241201a05. https://doi.org/10.17502/mrcs.v12i1.711

Contenido del artículo

1. Introducción

Diferentes regulaciones en torno a los desastres socioambientales, tanto a nivel internacional como local consignan dentro de sus planes de acción a la comunicación, junto con el acceso a la información, como una de sus preocupaciones. Por ejemplo, en Chile la Ley 21.364 establece el Sistema Nacional de Prevención y Respuesta ante Desastres, promulgada en 2021Ref13, establece 7 principios que articulan el Sistema. Estos son los principios de prevención, apoyo mutuo, coordinación, transparencia, participación, escalabilidad y de oportunidad. Dentro de cada uno de ellos se puede argumentar el rol particular que tiene la comunicación, ya sea en la coordinación de diferentes organizaciones, así como en la necesidad del establecimiento de diálogos y en la construcción del conocimiento que permita gestionar el riesgo en diferentes escalas. Sin embargo, es el principio de transparencia donde lo anterior se hace aún más evidente, pues se establece que el Sistema deberá serRef13:

“(…) inclusivo, informado y orientado a las fases del ciclo del riesgo de desastres, de modo que permita el intercambio y diseminación de datos e información entre todos los integrantes del Sistema, de manera accesible, actualizada y comprensible, cuyo fundamento sea basado en la ciencia y complementado por el conocimiento tradicional, en conformidad con lo establecido en las leyes.” (Ley 21.364, Art. 4, 2021).

De esta manera, se instala en la estructura nacional, para la gestión de desastres, las bases para considerar que la información no sólo debe estar disponible para la población, sino que esta debe ser accesible a los diferentes actores y que, además, debe incorporar al conocimiento científico y al conocimiento tradicional para promover la prevención y respuesta frente a los desastres.

La regulación nacional va en línea con lo planteado por la regulación internacional, como en el Marco de Sendai para la Reducción del Riesgo de Desastre, que fija las metas en la materia, a nivel global, hacia el 2030 (Naciones Unidas, 2015)Ref17. El Marco de Sendai establece la necesidad de garantizar el acceso a la información de forma libre y sistemática. La información debe incluir datos clave sobre pérdidas, exposición, amenazas e impactos ocasionados por los desastres, con el fin de disminuir los nuevos riesgos y reducir los existentes. Así, como lo planteado por el Marco de Acción Hyogo (UNISDR, 2011)Ref31 donde en diversas instancias se hace hincapié en la centralidad de la comunicación y el acceso a la información para prevenir, responder y reducir el riesgo de desastre, ya sea para atender la emergencia, como también para tomar decisiones que favorezcan la reducción de la vulnerabilidad de las personas.

La sostenibilidad de la vida depende, en gran medida, de cambiar la mirada respecto de los desastres desde la emergencia hacia los factores sociales que constituyen el riesgo. Conocer sobre la exposición, amenazas y vulnerabilidades, con el fin de gestionar el riesgo, abre un camino para la sostenibilidad (Riorda et al., 2022)Ref22. Es por esta razón que las discusiones de los marcos legales, tanto nacionales como internacionales, previamente enunciados, promueven de manera transversal una agenda que contribuye al desarrollo sostenible.

En este escenario, se constata que tanto la comunicación como el acceso a la información, su pluralidad y accesibilidad son una condición básica no sólo para la gestión del riesgo y, con esto, la disminución del impacto de desastres y sus ocurrencias, sino en la sostenibilidad social, económica y ambiental. Considerando lo anterior, en este artículo se propone relevar el aspecto del acceso a la información veraz como una condición para la gestión del desastre, así como para la gestión democrática de éste. Con este fin, se propone enfocarse en el análisis de la interrelación que existe entre el ciclo del desastre y algunas de las dimensiones de las rutinas periodísticas donde pondremos especial énfasis en cómo las prácticas profesionales (Shoemaker y Cohen, 2006)Ref26 impactan en la construcción pública del desastre (Remes y Hokowitz, 2021)Ref8 y, como consecuencia, en el cómo esto afecta el abordaje complejo del mismo, al generar una disonancia entre lo que se informa sobre el desastre a partir de las rutinas periodísticas y el desastre mismo. Al enfocarse en este punto, se puede comprender de mejor forma cómo la calidad de la información que los medios comparten sobre los desastres cumple un rol fundamental para poder facilitar una pedagogía pública-mediática de estos.

Con el fin de poder abordar este problema, se analiza el caso ejemplar de los megaincendios forestales que ocurrieron en Chile en 2017. Tal fue la magnitud de estos incendios que la escala mundial que mide estos siniestros tuvo que adecuarse e incrementar la escala de medición para poder registrar el alcance del fuego (Corporación Nacional Forestal, CONAF, 2017)Ref3. Se analizará la cobertura noticiosa del hecho, considerando medios nacionales y locales, en la que circunscribe la discusión sintetizada en la siguiente pregunta: ¿cómo algunas dimensiones de las rutinas periodísticas condicionan la construcción pública de los desastres socioambientales, incidiendo en la comprensión de los riesgos?

El estudio propuesto pone en diálogo el análisis de discurso, el análisis textual y algunas dimensiones relevantes que reconoce la sociología de los medios, sobre todo en lo que concierne a rutinas de prensa y el ciclo del riesgo del desastre.

2.Revisión de la literatura

2.1. El riesgo de desastres y los medios de comunicación

Se entiende el riesgo de desastre como lo define la Oficina de las Naciones Unidas para la Reducción del Riesgo de Desastres, como las “posibles pérdidas que ocasionaría un desastre en términos de vidas, las condiciones de salud, los medios de sustento, los bienes y los servicios, y que podrían ocurrir en una comunidad o sociedad particular en un periodo específico de tiempo en el futuro” (UNISDR, 2009, p. 30)Ref28. Por lo tanto, aquí se entiende el desastre como la materialización de diversas condiciones de riesgo. Por otra parte, se be comprender que el riesgo es sistémico, complejo y no lineal, en tanto un evento puede generar diversos impactos que, incluso, sean mayor al evento original (Lavell, 2003Ref12; Riorda, et al., 2022Ref22). Por lo tanto, es necesario desarrollar una perspectiva que sea sistémica, compleja y dinámica de lo que configura el desastre y situar a la comunicación, junto con el acceso a la información, como un elemento central para la gestión del riesgo de desastres (Palma et al., 2022)Ref19.

En el ámbito nacional, según lo constata la Ley 21.364, el ciclo del riesgo de desastre está compuesto por la etapa de mitigación, que se enfoca en reducir los riesgos existentes y en evitar nuevos; la etapa de preparación donde se desarrollan las capacidades para prever, responder y recuperarse de los impactos; la etapa de respuesta para atender la emergencia; y la etapa de recuperación en la que se restablecen las condiciones de vida mediante la rehabilitación y reconstrucción de la zona afectada, mientras también se considera evitar la producción de nuevas condiciones que favorecen el riesgo. Estas etapas varían según los diversos autores que las describen, sin embargo, se centran en su mayoría en un ciclo donde se instalan la prevención, mitigación y preparación, por una parte, luego, la emergencia, para dar paso a la rehabilitación y reconstrucción.

En conversación con la literatura sobre riesgo y desastres, se debe intelegir, a su vez, a las rutinas de prensa como una práctica institucionalizada, que representan las operatorias de sujetos en relación con las condiciones en que producen la información. Sobre la producción institucionalizada y burocrática de las noticias, dicen Salinas y Stange: “(…) su producción responde a requerimientos y hábitos institucionales, a normas sociales y culturales profesionales ampliamente compartidas y aceptadas. Por lo tanto, la rutina, en cuanto tal, lleva la marca de la institución en su proceso de producción, es la inscripción de cierta ‘burocracia’ periodística” (2006, p. 36)Ref24.

Lo que se propone en el presente artículo es relacionar las rutinas de prensa, entendidas como una producción burocrática de noticias con la materialidad textual de estas. Estas relaciones nos habilitan para comprender de forma sistémica el desastre y dimensionar a los medios de comunicación como actores de primera línea en la gestión de estos.

Nos interesa la noción de la “gestión democrática” de los desastres, en tanto se reconoce que la vulnerabilidad es un factor clave en estos, pues reúne las características que hacen más o menos propensa a la población frente a diversos tipos de amenazas (Lavell, 2003)Ref12, pero que, a la vez, la definición de vulnerabilidad social entendida sólo como una condición de debilidad, es parcial, en tanto también existe la resiliencia que se entiende como la capacidad de las personas para recuperarse.

Según Sandoval-Díaz (2020)Ref25 la reducción de riesgo de desastres debe articularse en torno a la resiliencia comunitaria, donde se debe ir más allá de la adaptación y respuesta colectiva frente al desastre, para lograr desarrollar la resiliencia desde una práctica de resistencia y transformación frente a la vulnerabilidad y los procesos estructurales que componen el riesgo de desastres. Por lo tanto, se comprende que la “gestión democrática” del desastre, así como la comprensión del rol público de los medios, podría favorecer en la reducción de la vulnerabilidad de las personas que se ven más expuestas a amenazas y riesgos, en tanto la información es un aspecto clave en la agencia de las comunidades para poder tomar decisiones que les permitan reducir el riesgo al que están expuestas (Rosas y Barrios, 2017)Ref23.

Hasta ahora, en el caso chileno, la cobertura de desastres socioambientales se percibe de forma crítica desde las audiencias, al evidenciar que existiría un alto sensacionalismo en la cobertura, en la que se exacerba una revictimización secundaria de las fuentes locales (Consejo Nacional de Televisión, CNTV, 2014Ref1, 2015Ref2). Junto con esto, se destaca las dificultades que tienen los periodistas en el desarrollo de la cobertura de desastres, donde experimentan desafíos tales como la inconsistencia de las fuentes, que puede redundar en la generación de noticias falsas (Puente et al, 2013)Ref21. Lo anterior, se enmarca también en un sistema de propiedad de medios altamente concentrado (Mönckeberg, 2011)Ref16, lo que dificulta aún más el pluralismo mediático en la gestión del riesgo de desastres.

2.2. La construcción social del riesgo de desastres

Comúnmente se define el desastre como el resultado del riesgo que no se gestiona y, que, además, se configura como una interrupción en el funcionamiento de una comunidad o sociedad donde la escala del desastre varía según la interacción que se da entre exposición, vulnerabilidad y la capacidad de las comunidades para reaccionar frente a este (Oficina de las Naciones Unidas para la Reducción del Riesgo de Desastres, UNDRR, 2020a)Ref29. En este caso, “[l]os desastres suceden cuando no se conoce o no se actúa apropiadamente ante los riesgos a los que una sociedad está expuesta” (Riorda et al., 2022, p. 41)Ref22. En el Global Assessment Report (2019)Ref28 se hace hincapié en que el riesgo, dimensión central del desastre, debe ser entendido con una mirada amplia, que va más allá de la sola amenaza, en el que el desastre se configura como un evento no natural, y compuesto tanto por factores naturales como antrópicos. Pero, además, existe una relación dialéctica y dinámica entre amenazas y vulnerabilidad, donde el riesgo se vincula con los modelos de desarrollo vigentes (Lavell, 2003)Ref12. Por lo tanto, el trabajo requerido para promover la reducción del riesgo de desastres sería una tarea compleja y multidimensional, que deberá considerar procesos de diversa índole: de orden económico, político, y sobre todo social. De esta forma, se puede abordar la comprensión del riesgo de forma contextualizada. Como lo plantea Lavell (2003)Ref12, se debe pensar en una aproximación sistémica para comprender los desastres.

Por otra parte, plantean Knowles y Loeb (2021)Ref10, los desastres también operan como un articulador del sentido de la realidad, al crear una idea de conflicto, memoria, práctica cultural e imaginación que definen a la sociedad en un tiempo y espacio determinado frente a las catástrofes. En esa línea, Hokowitz y Remes (2021)Ref8 plantean, desde una perspectiva crítica del desastre, que estos son ficciones interpretativas al ser construcciones sociales donde los eventos y las ideas que los circunscriben son definidas de forma contextual, a las que se asocian los conceptos de vulnerabilidad, riesgo y resiliencia. A la vez, los desastres son también eventos políticos al estar conformados por disputas de poder que le entregan un marco a la comprensión del desastre mismo, mientras los desastres se desarrollan en un lugar y a través del tiempo. Esto quiere decir que no son eventos individuales, ni inesperados, se constituyen como procesos. Los autores entienden, por tanto, que estos no son una cosa dada en sí misma, sino más bien son un objeto para considerar dentro de un encuadre donde el contexto sería estructurante. Tal comprensión sería esencial para estudiar los desastres.

De lo anterior se desprende que el estudio y comprensión de los desastres apela a la prevención de estos, entendiendo que lo que les da vida sería la intersección de diversos factores que son de causa socioambiental, en conjunto y no por separado, y en una escala determinada. En el Marco de Sendai, se hace énfasis en que el riesgo debe ser una ocupación generalizada para los diversos actores de la sociedad, y no tan sólo para aquellos más vulnerables frente al mismo. Pues no se puede esperar que quienes están más ocupados en su sobrevivencia, se hagan cargo además de elementos estructurales que constituyen los desastres, por ejemplo, malas políticas públicas sobre el uso de suelo.

Es importante dejar en claro que el desastre afecta a la población de forma desigual, ya que las amenazas, exposición y la vulnerabilidad se acrecientan cuando se entrecruzan con las inequidades presentes en la sociedad (Miranda et al., 2021)Ref15, como lo sería el género, la raza o una determinada discapacidad.

2.3. Comunicación del riesgo de desastres

La variedad de elementos que le dan forma al desastre desafía a la forma en cómo este se aborda. En este escenario, el rol de la comunicación aparece en distintos documentos sobre la materia, como en UNDRR (2020b)Ref30 donde, en el contexto de la pandemia, se estimula el desarrollo de la comunicación sobre riesgos para promover un enfoque sistémico del manejo de la crisis sanitaria; o en el Marco de Sendai en el que se habla de la centralidad del acceso a la información y el manejo de datos sobre los riesgos y consecuencias del desastre. O como lo destaca el Global Assessment Report (2019)Ref28 que plantea que la comunicación del riesgo no puede ser considerada posteriormente a la evaluación del riesgo y la toma de decisiones.

Sin embargo, al revisar la materia en los estudios sobre desastres y comunicación que se desarrollan en Latinoamérica, la evidencia demuestra que, en los últimos 20 años, los estudios publicados en revistas editadas en la región se enfocan en una mirada mediocéntrica, donde la definición del desastre es difusa y este, como objeto de investigación, aparece de forma casuística y, aún más, no se convierte en el centro de la discusión. En estos artículos, se separa la comprensión del riesgo y del desastre de la comunicación, lo que refleja además un marco conceptual que delimita a la comunicación como mera transmisión de mensajes (Palma et al. 2022)Ref19.

La relación entre comunicación y desastres sobrepasa una mirada utilitaria de la comunicación que sólo se hace presente en momentos de crisis pues, si se entiende el carácter sistémico de la generación del riesgo, se debe también poder incluir a la comunicación constituyendo las diferentes dimensiones y temporalidades que conforman un desastre, y en la que también circulan conocimientos y sentidos (Palma, 2021)Ref18. Desde una perspectiva mediática, los reportes y pronunciamientos del desastre construyen narrativas más amplias que emergen del mismo, que les dan forma a los eventos y terminan ofreciendo una retrospectiva histórica (Knowles y Loeb, 2021)Ref10. Por lo tanto, se puede afirmar que la comunicación del riesgo y del desastre poseen una función en el presente de la crisis, pero sus efectos están también en los orígenes y reproducción del riesgo, junto con la construcción y comprensión de estos a futuro.

A su vez, las rutinas periodísticas constituyen la manera en que construye y delimita la realidad al establecer los parámetros de su comprensión; y la delimitación del riesgo de desastres estaría muy determinada por ellas, se vuelve relevante un posicionamiento que habilite una comprensión comunicacional del desastre que desplace sus marcos desde la coyuntura al proceso. Esto es: observar la relación entre las rutinas informativas y los desastres poniendo atención al arco temporal en que la comunicación sitúa a este último; a los frames del desastre; y a la materialidad que le da forma, enmarcando su comprensión. Por tanto, se trata de entender el ciclo del desastre en tanto pasado, presente y futuro de la construcción del riesgo, en los que las rutinas de prensa habilitan un tipo de acercamiento parcial.

2.4. Rutinas de prensa

Las prácticas o rutinas periodísticas pueden comprenderse a partir de tres dimensiones de complejidad diferentes, como reconoce la literatura al respecto. En una primera dimensión, se ubican las operaciones individuales de los periodistas, observadas en el marco del ejercicio de su profesión (Puente y Mujica, 2006Ref20; Hanitzsch et al., 2011Ref7). Las dos principales operaciones de los periodistas serán la producción de la información (principalmente en la relación de dependencia recíproca con las fuentes), y el procesamiento de esa información mediante criterios de noticiabilidad (en el proceso de edición, jerarquización, titulación, etc.) (Shoemaker y Cohen, 2006)Ref26.

Una segunda dimensión analítica incorpora el conjunto de valores, creencias y costumbres que están en la base de la comprensión social de la profesión (su importancia pública), pero también la autopercepción del periodista. La repetición continua de las operaciones individuales de los periodistas adquiere sentido y solidez al interior de un sistema de reglas y gramáticas orientadores de lo que se debe hacer en la cobertura de noticias y casos. Esto tiene como consecuencia el reforzamiento interno de las propias prácticas (y su reproducción) y, con ello, cristaliza el carácter de la identidad profesional. La identidad profesional se convierte en un verdadero mito profesional: el periodista concibe su quehacer a partir de ciertas claves autorreferenciales y, por lo tanto, totalizadoras y omnicomprensivas, como una cultura profesional inscrita en un campo social delimitado (Salinas y Stange, 2009)Ref24.

Un último ámbito comprende a las rutinas como procesos implicados en sistemas de prácticas sociales complejas, desarrolladas al interior de estructuras culturales, económicas y político-institucionales que dialogan con otras estructuras institucionales (El Estado, las empresas, los actores de una comunidad, entre otros). El trabajo de los periodistas se concibe como una pauta de interacciones y funciones inscrita dentro de sistemas de reglas que exceden las de la cultura profesional: las convenciones del mercado, los cuerpos legales y éticos, las normas implícitas de civilidad, los sistemas de gustos, modas y valores, entre otras. Estas estructuras sociales, verdaderas burocracias, presionan a la actividad periodística, orientando el trabajo profesional hacia funciones que no son necesariamente las del campo periodístico, sino de las instituciones que encarnan dichas estructuras (el Estado, el mercado, la sociedad civil) (Shoemaker y Cohen, 2006)Ref26. Esta cuestión queda en evidencia cuando los periodistas cubren de determinadas maneras los desastres, repitiendo fórmulas para confeccionar las informaciones.

Las tres dimensiones referenciadas, evidentemente permiten la estabilidad de las prácticas y promueven, en cierto sentido, a un procesamiento de la realidad estandarizado y burocrático que, si bien permite la cobertura rápida de procesos y acontecimientos sociales, estandariza y rigidiza el propio devenir de esa realidad. Las rutinas suponen unos modos y operaciones repetitivos y sistemáticos, que no se cruzan con fenómenos, de suyo procesuales, como los desastres. Por tanto, unas rutinas entendidas, como ya se ha señalado, difícilmente puedan ajustarse a la complejidad de la cobertura que demanda el desastre.

2.5. Rutinas de prensa como burocratización

En la producción noticiosa cotidiana, se opera con una pauta preestablecida de acontecimientos noticiables (conscientes o inconscientes para el periodista) y se desarrolla un acotado proceso de recolección de información (cada vez más con el empleo de tecnologías digitales), cuyo orden y estructura final es decidido en acuerdo con el editor, o bien se deja completamente en manos de éste, y en un contexto político y económico particular. Lo más importante, sin embargo, es que dicha mecánica está internalizada y naturalizada como un repertorio de hábitos: se actúa de acuerdo con la pauta internalizada. La mecánica de trabajo diario del periodista de prensa, como cualquier otro hábito cotidiano, se materializa en unas formas de producción que preexisten (por la tradición y la repetición) a la labor de un periodista individual. A esto se le llama burocracia, al carácter estandarizado, sistemático y repetitivo de la producción de noticias que, además, frente a la cobertura de desastres se vería tensionado, pues las rutinas periodísticas que en escenarios “normales” tienden a esquematizar y descomplejizar los acontecimientos, en el escenario de un desastre tendrían que lidiar con desafíos de otra índole tales como la escasez de información o la falta de fuentes, junto con la abundancia de historias trágicas, emotivas, sensacionales, y la necesidad de apoyo de las víctimas (Puente, et al., 2013)Ref21.

En otras palabras, a unas rutinas de prensa burocratizadas y formularias se le contrapone un escenario entrópico, pero que igualmente se debe procesar para intentar aprehenderlo. La clave aquí es cómo esas prácticas “rutinizadas” se adecuan a esos fenómenos, hechos y procesos que la tensionan y que, en teoría, requerirían un repertorio de acciones y operaciones periodísticas distintas a las habituales. En ese sentido, la relación sería entre unas operatorias establecidas (las rutinas de prensa) con fenómenos que se comprenden en el despliegue de un proceso cuya visibilidad y existencia se vuelve evidente en su emergencia (por ejemplo, el inicio de una cobertura informativa de un desastre socioambiental).

La organización burocrática del trabajo periodístico aludiría, también, a ciertas características estructurales del mismo: delimitación clara y estable de las decisiones y el ejercicio de autoridad, jerarquización de roles, planificación, especialización y normalización de las funciones y actividades (Weber, 1969)Ref32. De algún modo, las rutinas periodísticas vienen a ser esos modos y racionalidades que permiten procesar unas informaciones que, en muchos momentos, serían entrópicas. El problema aparece cuando los fenómenos cubiertos por estas se escapan de la temporalidad corta y, por tanto, reclaman, una perspectiva procesual para dimensionar su real magnitud.

La concepción misma de las rutinas de prensa informativa, es decir, las maneras en cómo se cubren las noticias, para nuestros efectos los desastres socioambientales, son de crucial relevancia para la confección de los discursos públicos que aborden los mismos de manera compleja. Por tanto, se allanaría el camino para una gestión que dé cuenta de su multidimensionalidad (temporalidad del desastre, actores que lo conforman, hablas en torno a él que lo enmarcan, etc.).

Si se sigue la argumentación se debe precisar, a modo de hipótesis, que una gestión sistémica y compleja del desastre dependerá, en parte, de las rutinas de prensa que construyen los discursos públicos, el entendimiento y la materialidad en torno a él.

3. Metodología

Se propone un trabajo con un enfoque de carácter mixto, cualitativo y cuantitativo. Se considera, primero, una dimensión de análisis descriptiva y discursiva que pretende pesquisar la cobertura informativa (las rutinas de prensa) que los medios chilenos, y algunos locales, realizaron respecto del megaincendio que afectó a la zona centro-sur en el año 2017, con el fin de conocer cómo, finalmente, condicionan y se relacionan con lo que se termina entendiendo por riesgos y desastres Por lo tanto, esta dimensión descriptiva supone revisar las hablas en torno al desastre (cómo se refieren a él los y las periodistas en la unidad de análisis que son las noticias); las temporalidades en que esas hablas sitúan a los megaincendios; y la descripción misma del desastre (la caracterización) (Grassau et al., 2021Ref5; Palma et al., 2022Ref19).

En la segunda dimensión de análisis, de carácter interpretativa, se establecen las maneras en que las rutinas periodísticas, que emergen de la etapa de análisis previo, contribuirían a una gestión sistémica y compleja del desastre, por medio del reconocimiento y análisis discursivo de aspectos significativos que emergen de la matriz de análisis de algunas dimensiones de las rutinas de prensa en torno al desastre.

3.1. Un caso paradigmático y las rutinas de prensa

La selección del caso de los megaincendios se sustenta en su alta significación pública (las consecuencias en la zona afectada) y su relación con la construcción de un discurso noticioso fruto de unas rutinas de prensa que le dan sentido al desastre, su temporalidad y complejidad.

El corpus está compuesto por 852 noticias que comprenden el inicio de la cobertura de los megaincendios de la zona centro-sur; su desarrollo (ramificaciones, ampliaciones, el auge); y su declive noticioso. El corpus consigna las noticias publicadas en los diarios de circulación nacional: El Mercurio, La Tercera y LUN; se incorpora a la muestra al periódico nacional digital El Mostrador y los medios locales El Día y el Diario Concepción (Tabla 1).

Tabla 1. Medios y número de noticias analizadas
Fuente. Elaboración propia.
Fuente. Elaboración propia.

La selección de los medios responde a un triple criterio: medios con presencia nacional (El Mercurio, La Tercera y LUN) y medios de alcance regional (El día y diario Concepción). A la muestra, además, se agrega al principal medio digital en Chile (El Mostrador). De esta forma, se confecciona una muestra que aborda la diversidad mediática de la prensa nacional y se abre la posibilidad de que exista una diferenciación entre la cobertura, dependiendo de la inscripción geográfica de los medios estudiados.

La muestra está compuesta por todas las noticias publicadas en los medios consignados para el análisis, a partir del día 16 de enero al 13 de febrero de 2017. Por lo tanto, se propone estudiar el ciclo noticioso completo del desastre.

3.2. Descripción de caso: megaincendios zona centro-sur año 2017

A pesar de que Chile es un país que se caracteriza por la ocurrencia de incendios forestales (Haltenhoff, 2010)Ref6, la información sobre ellos sólo comenzó a ser sistematizada a partir de 1964. Así, de esa fecha hasta 2009 ya habían sido documentados más de 188 mil episodios que, en conjunto, alcanzaban un total cercano a dos millones de hectáreas quemadas. El fuego afectó principalmente a las regiones de O’Higgins, El Maule y Biobío, la emergencia tuvo como resultado más de 570 mil hectáreas consumidas, siendo diez veces superior al promedio histórico del país (Lara et al., 2020)Ref11.

La denominada “tormenta de fuego” ocurrió específicamente entre el 18 de enero y 5 de febrero de 2017, y corresponde al primer incendio de “sexta generación”, inaugurando esta clasificación con características únicas: intensidad de 60.000 kW/m, velocidad de propagación de 6 kilómetros por hora y, en su momento más álgido, el 25 de enero, un incremento de su superficie en 114 mil hectáreas en sólo 14 horas (CONAF, 2017)Ref3.

Las causas de los megaincendios forestales en Chile son múltiples y en su mayoría se ven favorecidos por las denominadas condiciones 30-30-30: más de 30° de temperatura, velocidad del viento superior a 30 km/h y una humedad relativa menor al 30% (CONAF, 2018)Ref4. Entre los factores específicos que propiciaron el incendio de 2017 están: el aumento de la temperatura del planeta, y en específico la ola de calor que afectó a Chile ese año; la megasequía que afectó (y afecta) severamente al país desde 2010: considerada por la CONAF como otra de las condiciones que propició el avance de los megaincendios; la falta de vegetación nativa y la introducción de especies exóticas: menos del 20% del total de las plantaciones de los territorios afectados eran nativas, lo que se debe principalmente a la modificación del suelo ocurrida desde la década de 1970.

Los incendios ocurridos en 2017 y la magnitud que alcanzaron no fueron un hecho aislado, y se ubican en un contexto de aumento de megaincendios en la última década: entre 1985 y 2018 han ocurrido 22 megaincendios en el territorio nacional, concentrándose el 72% de ellos los últimos diez años ((CR)2, 2020)Ref11. De este modo, es posible advertir la necesidad de implementar planes permanentes de gestión frente al riesgo de desastres como éste, avanzando hacia una mejor comprensión y visibilización de las condiciones que los hacen posible, como también hacia la reparación y resiliencia de las comunidades y territorios afectados.

3.3. Procesamiento y análisis de resultados

La propuesta de procesamiento y análisis adoptó una estrategia metodológica que decantó en una matriz de noticias que recurre a categorías y construye codificadores que nos permitieron describir la cobertura noticiosa de los megaincendios (Palma et al., 2022Ref19; Stange et al., 2018Ref27) a partir de algunas operaciones que verifican algunas dimensiones de las rutinas periodísticas empleadas (descritas en marco teórico): enmarcamiento temático (nos permitió clasificar la información recogida); tipología y uso de fuentes noticiosas (importante porque aquí se busca establecer el número de fuentes, procedencias –oficiales, expertas o actores de la comunidad, por ejemplo). Esta dimensión, como ya se ha señalado, consigna las prácticas que intervienen en la elaboración de las noticias. Requiere, por tanto, conectarse con una operación de segundo orden, esto es, establecer el diálogo con los aspectos destacados en la formulación teórica referidos a las nociones de riesgo de desastres y las implicancias del pluralismo informativo (variedad temática, amplitud de los actores representados, entre otros) para una pedagogía pública del desastre que habilita su gestión democrática.

La matriz de procesamiento y análisis empleada incluye las siguientes categorías: número de identificación, nombre del diario, fecha de publicación, sección en el medio, página, título, palabras clave (si las hubiese), autor/a de la noticia. Sobre las fuentes, se han categorizado de la siguiente forma: academia, autoridades nacionales, autoridades internacionales, fundaciones y ONGs, habitantes, empresa privada, organizaciones locales, otras. Además, se consigna si estas fuentes se recogen a partir de entrevistas, documentos, observación, cifras o documentos técnicos, hechos contextuales, comunicados, otros medios y otros tipos de fuentes. Se identifica también el número de fuentes que incorpora cada noticia, además del número y tipo de actores que en ella aparecen. Junto con esto, se registra si son hombres o mujeres, y si se incluyen en las noticias a los pueblos originarios que viven en la zona del incendio.

Nuestra matriz de análisis identifica la retórica del reporteo y la retórica del desastre. Además, contempla la descripción temporal del desastre, junto con la presencia de descriptores clave del desastre como lo son las amenazas, el riesgo, la vulnerabilidad y la adaptabilidad.

La pregunta de partida de este artículo es ¿cómo algunas dimensiones de las rutinas periodísticas condicionan la construcción pública de los desastres socioambientales, incidiendo en la comprensión de los riesgos? Esto, supone vincular las rutinas de prensa informativa y cómo, a través de éstas, se instala una comprensión pública-mediática de lo que sería el ciclo noticioso del desastre: desde cómo se construye el riesgo, la visibilidad de las crisis y los procesos de reconstrucción pos desastre. Para responder tal interrogante aquí se propone un análisis de las hablas y sentidos con que las noticias aquí consignadas se refieren al megaincendio, sobre todo a su emergencia y, cuando sea el caso, a sus proyecciones. Esto se expresa en varias dimensiones: la primera aquí desarrollada dice relación con el cómo se enmarca el megaincendio; qué se dice de él; cómo los diarios trabajados lo conciben. Esto se puede sintetizar en tres dimensiones: 1) tendencias del habla/sentidos; 2) las temporalidades en las que ubica el megaincendio; 3) la manera o las maneras en que se contextualiza el desastre.

4. Análisis

4.1. Tendencias de habla/sentidos

Las noticias analizadas construyen una imagen del desastre como si este fuese el resultado del momento, con inicio y término, que se ajusta al ciclo de la noticia, pero casi nunca al ciclo del riesgo de desastre. Como ejemplo de lo anterior, la cobertura comienza el día 16 de enero de 2017 y finaliza el 14 de febrero del mismo año. Algo que tiene origen claro y un final preciso supone extraerle su procesualidad porque en las hablas y sentidos del desastre se circunscriben al presente de la crisis mediante los vocablos que se emplean en su enmarcamiento. Los términos preponderantes con los que las noticias se refieren al megaincendio serían, entre otros “incesante desastre” (121 noticias), “emergencia” (106 noticias), “siniestro” (196 noticias) o “tragedia” (47 noticias), que son consistentes con el intento de fijar el sentido interno de la emergencia, pero no así con su ciclo. Un ejemplo de un uso integrado de los términos “catástrofe” y “emergencia” corresponde a una noticia aparecida en el diario La Tercera el 1 de febrero de 2017 en la que se señala lo que sigue: “Una catástrofe que tuvo en el jueves 26 de enero su jornada más crítica, producto del fallecimiento de tres personas (dos carabineros y una bombero [sic]) que ayudaban en las labores de evacuación. Y si bien la emergencia aún no está superada, se confirma una baja importante en el número de incendios por días, lo que promueve el optimismo en las autoridades”.

Por tanto, el desastre es concebido como algo circunstancial, un hecho o acto del momento, con agencia propia, pues el incendio se construye como un personaje, que se encolera con lo humano. El megaincendio poseería agenda propia en conflicto con la sociedad, lo que supone que el ser humano es víctima de una naturaleza caprichosa. Un ejemplo de esto se observa en una noticia aparecida en El Mostrador el día 23 de enero de 2017, titulada: “Director de CONAF: ‘Si las empresas eléctricas no han cumplido con la legislación, corresponde que se aplique la ley’”, y en la que se dice, en el cuerpo de la información que el “origen del fuego se debió al contacto de las ramas de eucaliptos con las líneas del tendido eléctrico, provocando chispas que cayeron a la tierra, donde había material combustible".

De algún modo las noticias replican o dan cuenta de la división clásica entre naturaleza y cultura y, con esto, nuevamente se elude o escamotea la sistematicidad del desastre, pues lo que hay en esa distinción es una pretensión moderna de que ambas esferas estarían completamente diferenciadas y en relación jerárquica (Milesi, 2013)Ref14. Milesi se refiere a las dos dimensiones que supone el establecimiento de la dualidad: una epistemológica (el conocimiento dispuesto en categorías binarias) y otra social. En relación a esta última, señala: “En su dimensión social es posible señalar la gestación de procesos sociales de resignificación en los cuales se reconocen los impactos negativos de la actividad humana en la naturaleza y las repuestas que esta genera” (2013, p. 3)Ref14. En ese plano se puede decir, además, que la vulnerabilidad se constituye como noticia, pero no como un componente de la complejidad de lo que se ha llamado el ciclo del riesgo del desastre.

El Estado, funcionalmente hablando, aparecerá, entonces, como la contraparte victimizada de un enemigo poderoso, que sería la naturaleza antropomorfizada. Así, la agencia de la naturaleza está presente cuando se entiende a ésta bajo la fórmula política de amigo/enemigo (consistente también con la separación naturaleza/cultura). Al enemigo se le derrota o se lo controla, quitándole agencia a la naturaleza como ecosistema complejo. Como expresión de lo anterior se puede citar un extracto de una noticia aparecida en El Mercurio el 21 de enero de 2017: “No puedo tener voluntarios trabajando más de 24 horas; no doy abasto. Estamos en una guerra. Esto es un desastre”.

Al analizar, por otro lado, las rutinas de prensa informativa en lo relativo a sus fuentes se observa una alta presencia de autoridades nacionales (589 noticias) y de empresas privadas (173 noticias). Pese a que se puede pensar que una mayor cantidad de fuentes estatales pudiesen entregarle una explicación con mayor complejidad argumental, su alta presencia (en detrimento de los expertos o las comunidades locales, por ejemplo), no se traduce en una alta capacidad del Estado para abordar el presente y el futuro del incendio. A continuación, la Tabla 2 presenta la caracterización de las fuentes previamente aludidas:

Tabla 2. Caracterización de fuentes
Fuente. Elaboración propia.
Fuente. Elaboración propia.

Tal trabajo de fuentes da cuenta de una dimensión burocrática de la emergencia, consistente con las prácticas periodísticas que poseerían el mismo carácter. Lo que queda fuera es la gestión sistémica del proceso del desastre. Esto puede ser así porque la rutina de prensa observada es una burocracia que transforma el sentido del desastre en una operación repetitiva y acotada en tiempo y espacio, es decir, procedimental, incluyendo un tipo de fuentes en detrimento de otras como los habitantes del lugar en el que ocurre el desastre o los expertos que pudiesen explicar o enmarcar las informaciones, por mencionar algunas. Sobre la rutinización de las prácticas informativas de los periodistas chilenos (y del sistema mediático), escriben Salinas y Stange: “Trabajos anteriores han advertido sobre el carácter burocrático, altamente repetitivo y rutinario del trabajo cotidiano de los periodistas, lo que contrasta con el ideal del periodista ‘investigador’ y ‘en terreno’ (vid. Salinas, 2007). Lo anterior incidía en el grado de homogeneidad de las noticias, tanto a nivel formal como de contenido” (Salinas y Stange, 2009, p. 8)Ref24.

En vista de lo anterior, una manera compleja de abordar desde las prácticas periodísticas el desastre, sería integrar elementos distintos, por ejemplo: fuentes más extensas, las voces locales (no sólo el drama humano), y una mirada sistémica que vincule los incendios forestales con el cambio climático como lo plantean los informes del Intergovernmental Panel in Climate Change (IPCC)Ref9.

4.2. Temporalidad/sentidos

Cuando se refiere a la temporalidad del desastre, hay que precisar que se hace para indicar que este supera la sola etapa de la emergencia, teniendo una temporalidad previa y una proyectiva (el ciclo del riesgo de desastre). En esa línea, la cobertura analizada, más bien anclada en una temporalidad coyuntural, impide avanzar hacia la comprensión social del riesgo que habilita la existencia misma del desastre (Tabla 3).

Tabla 3. Temporalidad del desastre
Fuente. Elaboración propia.
Fuente. Elaboración propia.

En relación al plano temporal coyuntural se puede ejemplificar con una noticia aparecida en el diario El Mostrador, el 23 de enero de 2017, titulada: “Fiscal Arias le responde a CGE por posible responsabilidad en incendio forestal: ‘No es sólo apreciación mía’”. En uno de los fragmentos de la noticia se dice: "De acuerdo a Arias un 15% de los 85 incendios forestales denunciados en la región esta temporada tiene origen en algún fallo eléctrico". El desastre, en cualquier caso, sería circunstancial, adherido a su presente.

Si el tiempo en los discursos contenidos en las noticias se agotan en la coyuntura temporal (la emergencia), ¿cómo se puede concebir un desastre dentro del ciclo del riesgo? ¿Qué pasa con el desastre cuando el riesgo y la amenaza, representados en las noticias, sólo existen en el presente? Una respuesta tentativa: sólo lo que queda es el desastre sin contemplar un espacio para la resiliencia.

Otra dimensión constituyente del desastre es la vulnerabilidad. En el corpus seleccionado está bastante presente, con 54 menciones, en comparación con la noción riesgo, 50 veces, o amenaza, 41. La vulnerabilidad, en las noticias analizadas, es la noción principal para movilizar a los actores y comunidades que padecen el desastre. En el cuerpo de una noticia aparecida en el Diario Concepción, el día 28 de enero de 2017, se reconocen algunos elementos indicadores de la vulnerabilidad: "En cuanto a la provisión del agua, necesaria para el consumo humano y para el combate del fuego, el intendente afirmó que el líquido está asegurado en todas las localidades urbanas, pero reconoció que existen algunos problemas de baja presión en localidades altas de Tomé, Penco, Florida, San Pedro de la Paz, San Carlos y Pemuco".

En tanto la vulnerabilidad que se resume como las características que hacen más o menos propensa a la población frente a diversos tipos de amenazas, pero que a la vez van de la mano de la capacidad de resiliencia de las comunidades, en el corpus analizado se restringe a un relato melodramático de corte individual. Así comprendida, como aparece en la noticia, la vulnerabilidad corresponde al drama de las personas comunes y corrientes; y menos a los condicionantes estructurales de la vulnerabilidad, a saber: la pobreza, el género o la pertenencia étnica, la calidad de la ciudadanía (si es trabajador migrante), etc. Un ejemplo claro respecto al ángulo y procesamiento melodramático e individual del desastre se constata en una noticia aparecida en LUN, el 29 de enero de 2017, titulada: “Vecina de Yungay confesó que provocó dos incendios”. El diario en uno de sus párrafos, citando al jefe de la Brigada de Homicidios de Chillán, señala que: “ella prendió fuego por gusto… declaró que no tenía ninguna motivación para hacerlo. Lo hizo por placer”.

En la noticia aludida se destaca el ángulo melodramático, un sinsentido total de una acción individual, que no se atiene a ninguna lógica. En síntesis, habría que afirmar que en el corpus trabajado se habla en las noticias mayoritariamente sobre la vulnerabilidad humana como un hecho circunstancial (por su enmarcamiento), y no como elemento constitutivo del desastre, lo que permitiría, por ejemplo, promover la resiliencia de las comunidades frente a los desastres.

Por tanto, sería la rutina, entendida como burocracia activa, la que impide que exista una concepción del desastre dentro del ciclo del riesgo. Por lo tanto, el ciclo del riesgo y el ciclo noticioso no convergen.

4.3. Hechos contextuales

Más de la mitad del corpus de noticias indica la existencia de hechos contextuales (472 noticias), lo que podría ser un factor positivo de entrada. Desde la mirada compleja del desastre no puede afirmarse lo mismo, pues la temporalidad y los sentidos de habla remiten a la emergencia y a la respuesta inmediata.

Tabla 4. Hechos contextuales
Fuente. Elaboración propia.
Fuente. Elaboración propia.

Si bien se constata la existencia de hechos contextuales, no hay un espacio temporal en el ciclo noticioso que permita una interpretación compleja de los mismos. Como un ejemplo significativo, se puede ejemplificar con la edición de El Mercurio del 21 de enero del 2017: “la ola de calor en la zona central, una baja humedad (menor a 30%) y los vientos han colaborado en la expansión de los incendios”. Sin embargo, en la misma noticia, el ministro del Interior, Mario Fernández señala: “En todas partes se reclama por la actividad del Estado (…) pero estamos amenazados por una situación anormal, y, además, muy desplegada y atomizada en distintas regiones. Entonces, operar de manera eficiente en todos esos focos supera, prácticamente, todas las posibilidades que tenemos en estos momentos”. Lo que se observa es una contraposición que iguala los planos discursivos del habla; por un lado, al indicar que existen condiciones propicias para que se genere un incendio forestal. Por otro lado, los expertos del CR2 y los informes del IPCC reconocen a estas condiciones como el escenario ideal de los incendios forestales. Asimismo, las palabras de la autoridad se sitúan básicamente en la crisis precisando que se trata de situaciones extraordinarias. En esta noticia, la construcción discursiva se sustenta en las fuentes institucionales que corresponden a las autoridades gubernamentales (esta información tiene seis fuentes gubernamentales).

La misma noticia señala en el titular lo que sigue: “Actual temporada de incendios forestales es la más destructiva desde que se tiene registros”. Al leer este titular se puede suponer que lo que viene en su cuerpo será la contextualización histórica de este incendio (comparándolos con una serie anterior), no obstante, la posibilidad de contexto, al mencionar las condiciones para la producción de incendios forestales, se anula cuando las fuentes, como el ministro, se posicionan en la temporalidad de la emergencia.

Una noticia publicada por el diario regional El Día, el 24 de enero de 2017, opera de la misma manera que la información anterior: generando expectativas de un tratamiento complejo del desastre, pero en su cuerpo, emplazándolo en la coyuntura, en el caso del periodo. El titular señala: “Incontrolables incendios obligan evacuación de cuatro mil personas y dejan 139 mil hectáreas dañadas”. Uno de los párrafos dice, citando a la expresidenta Michelle Bachelet: “‘Se trata del mayor desastre de nuestra historia’, escribió en su cuenta de Twitter luego que el gobierno anunciara la cancelación de su viaje a República Dominicana, donde tenía previsto asistir a la cumbre de la Celac y realizar una posterior visita a Haití”. En la misma noticia, en otro párrafo, ahora la información cita a una autoridad del poder judicial en la zona: “Emiliano Arias, fiscal regional de O’Higgins, una de las zonas más afectadas por los incendios, abrió una nueva línea en el debate sobre las causas de los siniestros al señalar que se investiga la posibilidad de que en varios casos el fuego haya sido causado por líneas eléctricas mal mantenidas”. Esta última noticia, sigue el hilo discursivo adherido a la emergencia, además de componer un contenido que apela sustancialmente a fuentes institucionales, enfatizando, por medio de los términos empleados, en la espectacularidad del desastre.

5. Conclusiones

En el verano de 2023 en Chile tuvo lugar un nuevo incendio de grandes magnitudes en los que se repitieron titulares semejantes a los consignados en este artículo. Este incendio tuvo lugar en algunas de las mismas zonas del desastre de 2017, pero con mayor extensión geográfica en sus focos. Por tanto, en un escenario global de emergencia climática donde este tipo de eventos se repetirán cada vez con mayor frecuencia, se hace imprescindible avanzar tanto en el análisis del rol de la producción noticiosa como en la articulación de este conocimiento con una política pública que se haga cargo del ciclo del riesgo del desastre, desde un marco para la sostenibilidad.

De acuerdo con el análisis aquí presentado es pertinente afirmar que la comunicación del riesgo del desastre es constitutiva para evitar las emergencias problematizadas en este artículo. Es central, primero, porque el acceso a la información para que las personas puedan tomar decisiones acertadas que resguarden sus vidas y los espacios que habitan. Segundo, estas decisiones, con base en información veraz, posibilitan ampliar la mirada sobre la emergencia, abriendo la posibilidad de trabajar en la gestión del riesgo antes de que este se concretice en un desastre. Tercero, al observar el tipo de rutinas de prensa informativa, como las aquí informadas, es pertinente decir que el carácter que éstas asumen, al menos frente a los incendios de 2017, es de carácter burocrático (procedimiento repetitivo y naturalizado de la práctica periodística), apelando en las informaciones a fuentes, principalmente, institucionales y cuya temporalidad en la cobertura no habilita a una comprensión del desastre más allá de su emergencia. En consonancia con lo anterior, las palabras y conceptos con los que se enmarca el desastre (tragedia, catástrofe, etc.) fijan su sentido en la excepcionalidad, dejando de lado la perspectiva sistémica y compleja, que implicaría hablar sobre riesgo y vulnerabilidades, junto con una perspectiva sobre la resiliencia y adaptación frente a los desastres. Comprender las rutinas de producción noticiosa desplegadas en la cobertura de desastres resulta, por tanto, relevante para la comprensión pública de los mismos. Esta relación, probablemente, es una novedad planteada desde la investigación, pues va más allá del análisis del contenido de las noticias, centrando el problema en cómo se producen, pero sin pasar por alto sus discursos.

Otro aporte de la investigación, que conversa con lo anterior, es el cruce que se realiza entre los ciclos noticiosos y el ciclo del riesgo de desastres que ayuda a comprender la relación constitutiva entre riesgo y comunicación. El estudio demuestra que en las informaciones se releva la emergencia como la principal característica del desastre, lo que se refuerza con el tipo de fuentes para la construcción periodística de la noticia. Estas fuentes, en su mayoría autoridades y empresariales, se enfocan en la respuesta inmediata y/o en las consecuencias económicas, junto a la anomalía del evento, sin considerar que estos desastres se enmarcan en riesgos que no son reducidos en el tiempo, por lo tanto, la anomalía -en el contexto del cambio climático- es la condición cada vez más habitual.

Como otra contribución del estudio habría que decir que lo que debe cambiar es la comprensión antropocéntrica de la naturaleza que se refleja en las noticias y, junto con esto, la contradicción que emerge de estas al invisibilizar la agencia humana en los desastres socioambientales. Se evidencia que las rutinas informativas condicionan una perspectiva sesgada, coyuntural y no pluralista de los desastres socioambientales, entorpeciendo la comprensión pública del riesgo de desastre. Se observa en las noticias analizadas que estas refuerzan una noción de que la naturaleza es la que se ensaña con el humano, por ejemplo, replicando sentidos del habla que refieren al fuego como enemigo y que el desastre es igual que una guerra”. Todas analogías o metáforas que establecen la separación binaria entre lo humano y lo no humano, pueden ser estudiadas, eventualmente, en mayor profundidad y en otros tipos de amenazas naturales para mejorar su comprensión y gestión. Esta dualidad tiene otra consecuencia: instalar el desastre con un antes y un después en lugar de una aproximación a través del ciclo del riesgo.

Teniendo a la base los marcos internacionales y nacionales que establecen la importancia de la comunicación, así como el acceso a la información para gestionar de mejor forma el riesgo de desastres, se hace imprescindible incorporar dentro de los planes de acción para la gestión del riesgo la centralidad de la comunicación, más allá de su visión como herramienta informativa, para dar paso a una comprensión de la comunicación como un actor que forma parte de la gestión del riesgo de desastres socioambientales. Así, una mayor calidad de la cobertura informativa tiene como consecuencia una profundización en la gestión democrática del riesgo de desastres.

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Breve curriculum de los autores

Palma, Karla

Karla Palma es profesora de la Facultad de Comunicación e Imagen de la Universidad de Chile e investigadora asociada del Centro de Investigación para la Gestión Integrada del Riesgo de Desastre, CIGIDEN. Es doctora en Comunicación y Medios del Institute of Communications Research de University of Illinois Urbana-Champaign (Estados Unidos). Además, es licenciada en Comunicación Social por la Universidad de la Frontera (UFRO). Su trabajo de investigación aborda las intersecciones entre comunicación, naturaleza, desastres y comunidades.

Salinas Muñoz, Claudio

Claudio Salinas Muñoz es profesor asociado e investigador de la Facultad de la Comunicación e Imagen (FCEI) de la Universidad de Chile. Doctor en Estudios Latinoamericanos, magíster en Comunicación Política, y licenciado en Historia de la Universidad de Chile. Su investigación se enfoca en la comunicación política, y el cine chileno y latinoamericano. Ha publicado numerosos artículos y libros sobre el campo de estudios de la comunicación y del cine, la sociología de los medios de comunicación (rutinas periodísticas) y la epistemología de la comunicación.